Morricone
Ad líbitum ·
Para él la inspiración no existía, pensaba que la creación artística y el genio son fruto del esfuerzo, la disciplina y el orden.Javier Pereda
Jueves, 9 de julio 2020, 23:11
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Ad líbitum ·
Para él la inspiración no existía, pensaba que la creación artística y el genio son fruto del esfuerzo, la disciplina y el orden.Javier Pereda
Jueves, 9 de julio 2020, 23:11
Acaba de dejarnos Ennio Morricone, posiblemente el mejor director de orquesta italiano que ha realizado la composición musical de más de 500 películas. Después de ... una prolífica y dilatada trayectoria profesional, con 91 años, el maestro se despedía desde el Campus Biomédico de Roma. Hasta en la forma de decir adiós ha mostrado su genialidad: mediante una carta redactada unos días antes y leída por su abogado. Tenía preparado este momento: «Yo, Ennio Morricone, estoy muerto». Al unísono que escribo estas líneas paladeo con delectación las bandas sonoras de sus películas. Comienzo con 'La muerte tenía un precio' (1965), que junto a 'Por un puñado de dólares' (1964) y 'El bueno, el feo y el malo' (1966), forman la denominada 'Trilogía del dólar'; dirigidas por su amigo Sergio Leone y protagonizadas por Clint Eastwood –ahí es nada–, género que se calificó como 'spaghetti western'. Y es que muchos reconocen estas cintas por el wagneriano recurso musical recurrente ('leitmotiv') de este autor hasta alcanzar lo sagrado.
No es una exageración calificar a Morricone como el actual Puccini, Verdi e incluso Mozart. El gran maestro lo tenía todo: un talento descomunal y una infatigable capacidad de trabajo; pero sobre todo destacaba su profunda humildad. Después de haber vendido más de 70 millones de copias en todo el mundo y trabajar con numerosos directores de cine decía con sencillez: «Soy un compositor como tantos otros, algunas cosas me fueron bien y otras menos bien». Su jornada comenzaba a las 4 de la madrugada con una hora de oración ante una imagen de Cristo; ya al final decía que se había hecho perezoso y se levantaba media hora más tarde. Para él la inspiración no existía, pensaba que la creación artística y el genio son fruto del esfuerzo, la disciplina y el orden. Ha sido providencial que el 5 de junio le concedieran el Príncipe de Asturias de las Artes al «compositor del siglo», como le califica el 'Corriere della Sera'. Llama la atención que en su conmovedora y llena de ternura despedida necrológica repita la palabra afecto y amor hasta en cinco ocasiones. Se dice que se muere como se vive. El resumen de su vida bien podría ser este: ha derrochado amor en su trabajo y en su familia; de forma especial con su mujer, María, con quien ha estado unido 70 años y han tenido cuatro hijos —qué ejemplo para los tiempos que corren—; a ella le dedicó sus dos premios Óscar: «me ama muchísimo y ha estado cerca de mí durante todos estos años, y yo la amo de la misma manera». En 'Cinema Paradiso' (1988), con una armonía envolvente que cautiva, refleja un relato sentimental de la Italia de la posguerra y una declaración de amor al cine; al no trasladarse a vivir de Roma a EE.UU., Hollywood no se lo perdonaría y quizá por eso no consiguió más estatuillas. Después de ver sin música la película 'La Misión' (1986), estuvo llorando durante media hora y le explicó a Roland Joffé que así quedaba preciosa; temía componer la música por estropearla. Aunque no se decantó por ninguna de sus obras —todas eran hijos suyos—, ésta le emocionaba. La fe y el amor de los jesuitas, representados por Robert De Niro y Jeremy Irons, para evangelizar a los indios en las misiones guaraníes, junto a las cataratas del Iguazú, representaba una gesta apasionante; supo combinar magistralmente el oboe, la música coral y la música indígena para llegar a tocar el éxtasis. Sí que fueron 'tocados' los 'Intocables de Eliot Ness' (1987), que nos traslada a la Chicago de los locos años veinte, con la Ley seca y la corrupción de Al Capone y su matón a sueldo, Frank Nitti; con Kevin Costner y Sean Connery.
Con su emotiva banda musical de 'Hasta que llegó su hora' o 'Érase una vez en el Oeste' (1962), melodía habitual para ofrendar a los seres entrañables, queremos homenajearle. Supo transmitir a través de la música todo el amor que llevaba dentro, hasta hacernos vibrar con la belleza más sublime. Ahora está nominado al premio más importante: al caer de la tarde te examinarán en el amor (en su caso inconmensurable). La obra de Ennio Morricone ha sido de película, con una banda sonora divina que toca el corazón, permanece viva y es eterna.
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