La muñeca no llora
Puerta Real ·
No es lo mismo «estar hecho unas pascuas», que le hagan a uno la pascua, o despedirse y «santas pascuas»Esteban de las Heras
Domingo, 12 de enero 2020, 01:41
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Puerta Real ·
No es lo mismo «estar hecho unas pascuas», que le hagan a uno la pascua, o despedirse y «santas pascuas»Esteban de las Heras
Domingo, 12 de enero 2020, 01:41
Sánchez va a tener el doble de ministros que Rajoy. Pero, ni por esas, le toca a Granada tener un portador de cartera ministerial, o un ministro sin cartera, como los que había en la oprobiosa. Cuando escribo estas líneas todavía quedan dos o tres ... poltronas del gobierno sin ocupar. A ver si, entre hoy y mañana, nos toca una, aunque sea como premio de consolación. Porque llevamos muchos años ya sin un paisano en el gobierno de la nación. El gafe existe para la diestra y la siniestra. Y ronda por Puerta Real. Es evidente que ninguno de los tres diputados socialistas granadinos despiertan demasiado entusiasmo entre el personal, fuera de sus incondicionales. Pero los tres se volcaron para hacer méritos más que sobrados en el aplausómetro, según se pudo ver en televisión durante el debate de investidura, para que el candidato a la presidencia los hubiera tenido en cuenta. Diría que hasta se pasaron de frenada. Incluso el exalcalde de Jun, el inefable tuitero José Antonio Rodríguez Salas dejaba de mirar el móvil para darle a laspalmas. Y eso, en un hombre dedicado en cuerpo y alma a las redes, es para darle 'argo de argo'. Pero ni por esas. Se acaba el tiempo del reparto y, por el momento, no ha cantado la gallina. Una vez más –y si hay suerte–, Granada tendrá que conformarse con la pedrea de subsecretarías y direcciones generales que serán mogollón las que nacerán de la veintena larga de ministros y ministras. Son cargos que vienen con las rebajas de enero y con los cambios de los regalos de Reyes. Por ahí podría colarse algún premio de consolación para los próceres de la izquierda.
Al personal corriente y doliente nos toca consolarnos con la Olla de San Antón, que ya se anuncia para la semana que entra. Yo ya tengo tres apalabradas, por aquello de 'combatir con mantecas los fríos y las penas'. Y también, ¡qué caramba!, por venerar y enaltecer la gastronomía y los fogones locales. Se lo merecen, por haber mantenido en tiempos de cambios y deconstrucciones culinarias este contundente plato que honra al santo del marranico. El caso es que el calendario nos señala, para el viernes de la semana que entra, esta fiesta de San Antón, que en la España rural, vieja y vaciada hasta la soledad más desoladora y triste, solía poner fin a los festejos de las matanzas. Celebraciones que habían comenzado por San Martín, el santo de la capa, –«a cada cerdo le llega su San Martín», dice el refranero– y que terminaban con esta olla en la que hervían orejas, rabos, caretas y espinazos; todo lo que no había podido ser adobado, embutido, salado u oreado para conservarlo e ir consumiéndolo a lo largo del año. No sé si el doctor Sánchez, presidente del Gobierno, tuvo en cuenta esta coincidencia, pero el caso es que comenzó el baile para el cambio en vísperas de San Martín con las elecciones y lo termina en la semana de San Antón con el estreno del primer consejo de ministros. Digamos que es pura casualidad y punto.
Solo falta añadir que el rigodón del cambio y su debate tuvieron su apogeo en tiempo de Pascua –navideña y militar– y mi flanco rural me pide recordar que hay muchas maneras de celebrar o referirse a la Pascua. Dice el refrán que «hasta San Antón, Pascuas son», que viene a ser una verdad como un templo, pero no todas las pascuas son iguales. Porque no es lo mismo «estar hecho unas pascuas», que le hagan a uno la pascua, o despedirse «y santas pascuas». Y aquí cada uno que se apunte a lo que más le cuadre. A mí, las que me llenan son aquellas remotas pascuas navideñas en las que veíamos saltar de rama en rama a los gorriones, buscando alguna hormiga rezagada o picoteando entre las migas de pan de una merienda olvidada en el parque. Y de esas pascuas ya quedan pocas, porque tenían su hábitat natural en el Teruel que solo existe con alpiste, en la Babia y la Maragatería de la provincia de León que quiere independizarse de Castilla, en la Soria de campos desolados, o en las paratas alpujarreñas y los hoyas del nordeste de Granada, que no encuentran mano de obra joven para su cultivo. En esa amplia España desolada a la que hace ya tantos años preguntaba la cantante Cecilia: ¿dónde están tus ojos? ¿dónde están tus manos? ¿dónde tu cabeza? Entonces, todavía éramos «pueblo de palabra», aunque –eso sí– «de piel amarga».
Mientras vamos conociendo los nombres y las caras de los nuevos ministros y ministras, que están hechos unas pascuas, veremos perderse en la niebla del olvido a los no nominados, a quienes Pedro les ha hecho la pascua; tendrán que dejar su sillón y santas pascuas. En medio de estos cambios, a todos los que pertenecemos al 'vulgo errante municipal y espeso' del soneto rubeniano, al pueblo ignorado y llano, nos quedan como premio de consolación las rebajas de enero y las devoluciones de los regalos de Reyes, porque el pantalón es de otra talla, no nos gusta el color de la corbata, el perfume es de pachulí, o nos aprieta el zapato izquierdo. Ahí, en medio del guirigay de devoluciones, se oye la voz maternal y envolvente de una señora que se queja de que «la muñeca no llora» y quiere descambiarla. Porque la muñeca tiene que llorar. No sabe esta señora, que busca lágrimas artificiales para que juegue su niña, la suerte que pide. Ojalá todas las lágrimas del 2020 sean de muñecas. O, poniéndonos en lo peor, que sean de La Zarzamora, de Quintero, León y Quiroga, aquella que lloraba a todas horas por los rincones. Me conformo con que los demás, niños y menos niños, podamos reírnos de vez en cuando.
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