Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Aunque para la doctrina neoprogresista- en realidad izquierda reaccionaria- España no sea una nación, a lo largo de sus siglos de vida ha sido habitual escuchar aquello de que los españoles siempre perdíamos el tren de la historia, hasta que llegó Aznar y nos subió ... al vagón al meternos en el Euro de cabeza y poner los pies encima de la mesa junto a Bush. Luego, después de esto, es verdad que muchas cosas- entre ellas el poder adquisitivo de las familias- fueron de culo.
Llegados a este punto es casi imposible sustraerse a la impresión de que volvemos a apearnos del tren de los tiempos para quedarnos cual Penélope de Serrat sentaditos en la estación esperando a que llegue ese país plurinacional, plurilingüístico, multicultural y megafeminista que la izquierda regresiva quiere imponernos en colaboración con el nacionalismo anti español, ya sea de izquierda, de derechas o pro etarra.
Muchos pensaron que la doctrina nacional de Zapatero en la cual España era una nación discutida y discutible pero no Cataluña- que sí era una realidad nacional- se quedaría en el pasado de las desgracias cuando Rubalcaba sucedió al ahora portavoz de las tiranías bolivarianas de Latinoamérica. Sin embargo, es más que evidente que no existe la más mínima intención de defender la existencia política y física de un país del que presume en sus siglas, aunque tampoco sea ya ni partido, ni socialista ni obrero.
Después de un año y medio sin gobierno ni presidente funcional, nos asomamos a una incertidumbre donde la única posibilidad de investir un gobierno, aunque no vaya a funcionar demasiado, es obteniendo el apoyo del separatismo catalán de la mano corruptora del comunismo podemita. No es lo que vayan a pactar para lograr el apoyo de ERC, sino aquello que no nos dirán y que irá cayendo como fruta madura con el tiempo. Porque a pesar de que para los españoles la condena del sanchismo supone una cuenta atrás frenética, para los golpistas catalanes y supremacistas vascos es una ventana hacia el futuro que acelera a la vez que rejuvenece; después del empujón del Supremo calificando de fantasía destinada a buscar una negociación lo que fue una rebelión anticonstitucional que sigue latente en la actualidad, solo faltaba que Iceta nos pidiese al resto de los ciudadanos que aprendiésemos catalán, porque si España es una nación de naciones lo justo es que un escolar de Albacete sepa cantar el himno del Barça mejor que recitar la tabla de los verbos irregulares en inglés.
Ya sé que aparenta un acto censurable de vanidad el citarse a uno mismo, pero hace meses advertí que el verdadero plan territorial y de futuro para España se llamaba Iceta-P, que consistía en ir implantando de facto una especie de estado confederal donde diversas naciones se irían constituyendo en Estado a la vez que se quedaban con toda la caja de su dinero, evitando contribuir así a la solidaridad interterritorial, una de las bases del fundamento autonómico de la Constitución.
Todo este juego perverso y esta estafa monumental de la plurinacionalidad solo busca ocultarnos el verdadero objetivo de los separatismos periféricos y algunos regionalismos neonatos: el pluriestado; de nada les sirve ser una nación reconocida a los catalanes o a los vascos si no tienen el poder unilateral legítimo que supone la soberanía exclusiva. Sin ir mas lejos el nuevo 'estatuto' vasco que está redactando esa derecha ejemplar y amiga del progresismo que es el partido de Dios y leyes viejas- el PNV- deja claro que existen dos clases de ciudadanos con diversos derechos, según seas vasco puro o impuro (español), además de exigir la bilateralidad con el 'estado español' y el derecho inalienable de autodeterminación, no sé si con Navarra ya anexionada del tirón con Chivite en el papel del Vichy euskaldún. Por supuesto que más temprano que tarde Baleares y Valencia seguirán este camino confederal marcado por los hermanos del PSC y del PSN.
Frente a esta evidente amenaza de desintegración del estado y finiquito nacional, solo oiremos a los baroncillos del sanchismo repetir aquello de que «no queremos ser menos que nadie pero tampoco más», o chorradas similares que se inventan cuando tienen que sacar su orgullo chovinista regional como excusa para fingirse patriotas. En la izquierda de este país nadie defiende una idea común y nacional democrática, sino únicamente su terruño aldeano como parcela de negocio político.
Por mucho que ahora los 10 diputados pidan al PP que se ofrezcan para pactar un programa común con el PSOE a cambio de garantizar el sueño de Pedro en la Moncloa, es imposible sostener a alguien que no ha mostrado más exigencia que la rendición total ni a un farsante sin escrúpulos que dinamitó todas las reglas estructurales no escritas pero esenciales en cualquier sistema democrático cuando asaltó el poder a lomos de esa moción de censura ilegítima. Por ahora no tenemos gobierno, pero si hay gobierno será a costa de jugarnos no tener futuro.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
España vuelve a tener un Mundial de fútbol que será el torneo más global de la historia
Isaac Asenjo y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.