Nebrija, oscuro centenario
Tengo el convencimiento, como filólogo y docente, que no se ama lo que no se conoce,
Manuel molina
Sábado, 9 de abril 2022, 23:02
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Manuel molina
Sábado, 9 de abril 2022, 23:02
Celebramos el V centenario del fallecimiento un ilustre pensador hispano, Antonio Martínez de Cala y Xarana, más conocido como era común entre eminencias con el nombre 'artístico' de Elio Antonio de Nebrija, a su vez (re)creación de la Lebrija sevillana. Nació nuestro personaje en ... el sur de la provincia de Sevilla en 1444 y falleció en Alcalá de Henares en 1522, donde tuvo el apoyo importantísimo del Cardenal Cisneros. Viajó de joven a Italia, hasta Bolonia, donde conoció el incipiente humanismo del que se impregnó para traerlo de vuelta a España. Si tuviéramos que realizar un rápido vistazo a su curriculum para Linkedin aportaríamos lo siguiente: lingüista, gramático, lexicógrafo, traductor, exégeta bíblico, docente, catedrático, escritor, poeta, historiador, cronista real, pedagogo, impresor y editor. Para alguien a caballo entre el siglo XV y el XVI no está nada mal. Dicen los investigadores que era 'superdotado intelectual', lo que se llamaría en términos pedagógicos actuales 'altas capacidades'. También le iba la marcha en asuntos fuera de la filología –que era lo suyo– como medicina, astronomía, historia e incluso educación infantil.
Le colgaron varios sambenitos lingüísticos, la autoría del eslogan 'tanto monta', que es eficaz como síntesis y que luego aumentaron en 'tanto monta' y el de 'un imperio, una lengua'. Hay que leer «Nebrija o el rastro de la verdad» de José Antonio Millán o la reciente novelación también de Eva Díaz Pérez, 'El sueño del gramático', para aclaraciones al respecto. Lo que resulta incuestionable es que su 'Gramática' convirtió al castellano en la primera de las lenguas vulgares en estar sujeta a reglas, algo verdaderamente revolucionario, ya que la igualaba a las clásicas –latín o griego– entonces consideradas las más cultas. No se dejó llevar por el planteamiento a pie juntillas de que una lengua que se aprendía desde párvulos, las romances, no necesitaban aparataje normativo-descriptivo. Lo curioso es que el sevillano desarrolló y sintetizó todo ello desde su convencido humanismo con la pretensión de que se recuperara el latín culto, el de Cicerón o Quintiliano que perdía terreno ante las lenguas denominadas 'vulgares'.
Tengo el convencimiento, como filólogo y docente, que no se ama lo que no se conoce y algo debería hacerse en torno a la figura de Elio Antonio de Nebrija para darlo a conocer en la escuela e institutos, no digamos universidades, como lo que verdaderamente fue, no un polucionado y tóxico participante de un programa de banalidades o un insustancial creador de vídeos de Tik Tok, sino como una admirable persona que puso su ingenio al servicio de creaciones que hoy nos conforman como sociedad, y que encima no le salió gratis sino que tuvo un difícil coste vital, sospechoso ante la intolerancia de su época. Pero eso ¿A quién le importa? Si alguien llega hasta el final de la columna y decide conocer y promover algo en su entorno sobre tal figura de las humanidades encontrará en la página del ayuntamiento de Lebrija un enlace a una unidad didáctica imprescindible.
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