Cuando estudiaba Periodismo corría por los pasillos de la facultad un rumor que al final nunca supe si era cierto o simplemente rozaba cierta verosimilitud por la difusión que de él hacíamos los universitarios. Los protagonistas eran un profesor y una alumna y los hechos ... sucedieron en el transcurso de un examen. Resulta que el profesor tenía serias sospechas de que la estudiante se las estaba ingeniando para copiar con una chuleta que escondía en su cuerpo. Tras mucho dudar el docente se dirigió al lugar donde estaba la chica y le dijo: «Como hombre no, pero como profesor…» y acto seguido le levantó la falda dejando al descubierto un esquema del temario objeto de examen que llevaba escrito en el muslo. La alumna se levantó y dijo al profesor: «Como alumna no, pero como mujer…», y le soltó una sonora bofetada.
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Pues bien, esta anécdota, que repito no sé si es cierta, la recordé cuando el otro día escuché al diputado del Partido Popular, Diego Movellán, decirle a Yolanda Díaz, ministra de Trabajo y próxima vicepresidenta tercera del Gobierno tras la marcha de Pablo Iglesias, algo así como que las mujeres en Podemos solo suben si se agarran fuerte a una coleta. Díaz pidió una rectificación, aunque quizá lo que más le hubiera apetecido es levantarse y darle una bofetada. Sé que Diego Movellán, diputado por Cantabria, es economista, amigo de Pablo Casado y que desde muy joven se ha dedicado a la política. Yolanda Díaz se licenció en Derecho y estudió tres másteres: uno en Recursos Humanos, otro en Relaciones Laborales y un tercero en Urbanismo. Trabajó en su despacho como abogada laboralista hasta 2012 cuando entró como diputada por A Coruña en el Parlamento gallego, además entre 2003 y 2011 fue concejala en el Ayuntamiento de El Ferrol. En 2016 saltó a la política nacional al ser elegida diputada por A Coruña al Congreso de los Diputados. Así pues, no sé si la ministra de Trabajo necesitaba agarrarse a ninguna coleta para llegar donde ha llegado como tampoco sé dónde creerá Diego Movellán que se agarró Ana Botella para llegar a ser alcaldesa de Madrid. De cualquier manera, lo que queda muy claro es la falta de educación y de respeto que se respira en la política de este país que, por otro lado, tampoco me extraña recordando los debates en las Cortes Generales en este último año de pandemia.
Pero las descalificaciones machistas y de cualquier otra índole no son nuevas en la política nacional. Desgraciadamente el nivel de nuestros representantes públicos está muy bajo, lo mismo que el de la vergüenza porque no sé yo cómo Diego Movellán puede mirar a su madre, mujer o hermana después de salir en televisión diciendo semejantes estupideces. Lo peor de todo es que el mensaje que se transmite es que cualquiera puede entrar en política y escalar puestos. Y esto va a ser así hasta que nuestros representantes públicos no se dignifiquen y dignifiquen a su vez la política porque, hoy por hoy, carecen de escrúpulos y de sentido común. Ejemplo claro es Diego Movellán y muchos otros. Dense una vuelta por internet y lo comprobarán.
Tampoco entiendo yo la razón de porqué está tan extendido el insulto y la descalificación desde las tribunas de oradores. Lo suyo sería mostrar cierto nivel y buen gusto en las formas, pero en este país parece que lo que se lleva es todo lo contrario y lo peor es que a nuestros políticos no les importa hacer el ridículo un día sí y otro también.
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