No sin el otro
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La Carrera ·
Sería el momento ahora de abordar el proceso complejo de reconocimiento y formación de una ciudadanía globalEste tiempo de tormenta vírica nos está haciendo reflexionar, nos aboca a plantear nuevas alternativas a la existencia. La vida, queramos verlo o no, va a cambiar, planteándonos un horizonte de reinvención. La pandemia y sus consecuencias nos muestran que estamos colapsando nuestro universo, personal, ... social, político, humano (respecto a los otros como cercanos con los que nos relacionamos), la naturaleza, nuestro hábitat. Recuerdo las palabras que el papa Francisco en la entrevista que Jordi Ébole le hizo dijo: «Dios perdona siempre, nosotros a veces y la naturaleza nunca». El hombre es un ser histórico que es consciente de su vida en el contexto en el que se mueve y afronta la idea del otro. Asumir nuestra innata condición es asumir la de los otros, sin que nuestra responsabilidad se diluya en aquella. El ser humano no puede ser si no escucha 'la otra voz' que decía el poeta, que es, en primer lugar, la del propio yo, la de la interioridad, en segundo lugar, la de los demás, a través de la confraternidad y, en tercer lugar, la conciencia de la finitud frente a un universo con el que nos abrazamos. Esa es la experiencia de la otredad que se hace presente en la poesía de Octavio Paz. En su poema Hermandad, escribe: «Soy hombre: duro poco/ y es enorme la noche/. Pero miro hacia arriba: / las estrellas escriben. / Sin entender comprendo: / también soy escritura/ y en este mismo instante/ alguien me deletrea». Ese «alguien me deletrea» es la otredad para Paz, que En Los signos en rotación, escribe: «La poesía no dice: yo soy tú; dice: mi yo eres tú. La imagen poética es la otredad». Y Gabriela Mistral encabeza un poema con: «Si tú me miras, yo me vuelvo hermosa», que es una magnífica experiencia de otredad. Y Machado en muchos de sus poemas nos habla de esta verdad. Así: «Más busca en tu espejo al otro, / al otro que va contigo». Y San Juan de la Cruz y su inmensa búsqueda: «Oh noche que juntaste/amado con amada/ amada en el amado transformada». Es la otredad absoluta. Una entrega incondicional y donación libre de sí; es la ofrenda existencial.
Esa otredad que el nuevo tiempo nos demanda parte de salir de nuestra soberbia individualista, personal o de grupos maniqueos, y sentir que nosotros somos en tanto en cuanto nos hacemos responsables con y en los otros. Sería el momento ahora de abordar el proceso complejo de reconocimiento y formación de una ciudadanía global. Kant observó hace dos siglos que nuestro planeta es una esfera, y es por ello que todos estamos y nos movemos en la superficie de esa esfera, no existe otro lugar (de momento) a donde ir, y por lo tanto, estamos destinados a vivir para siempre en la proximidad y compañía del otro. La verdadera responsabilidad ante un progreso integral implica recuperar el sentido del otro y de nosotros mismos, asumiendo los valores éticos y morales que nos validan como personas y que nos muestran la interrelación de nuestra existencia individual con la confraternidad.
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