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Ha sido un espectáculo lamentable. De pronto, todo el país se lía a interpretar unas frases de Otegi, para diagnosticar si condena a ETA o ... la izquierda abertzale se distancia del terrorismo, hipótesis a la que quieren abonarse el Gobierno y acólitos.
En vez de celebrar los diez años de la victoria de la democracia sobre ETA –se diría que los socialistas reivindican un empate–, nos dedicamos a evaluar y calificar las posturas actuales de quienes apoyaron al terrorismo. Como si eso fuese lo importante en el final de la violencia. Y olvidando que ETA hubo de abandonar gracias a la eficacia policial y no por procesos negociadores ni por labores pacificadoras de los próximos a la banda.
Estos días nuestros líderes políticos, casi sin excepción, se han dedicado a valorar el grado de separación respecto a ETA que se deduce de las palabras de Otegi, convertido en una especie de santón. A lo mejor creen que este ejercicio hermenéutico permite olvidar los habituales ongi etorri (recibimientos triunfales de los presos terroristas cuando salen de la cárcel), sin ninguna condena a ETA. Más bien la glorifican.
El sainete de estos días ha sido bochornoso.
Y ha demostrado que aquí no hay memoria de nada o caduca muy rápido.
Sobran tantos análisis y especulaciones. El discurso de Otegi no ha roto en nada con ETA. Se ha limitado a recitar parte del comunicado que publicó ETA el 8 de abril de 2018, unas semanas antes de anunciar su disolución. Lo ha reproducido casi literalmente. Entonces decía «ETA reconoce la responsabilidad que ha adquirido en ese dolor [el sufrimiento que habían generado] y desea manifestar que nada de todo ello debió producirse jamás». El dirigente de la izquierda abertzale se limita versionar el comunicado de entonces: a fusilarlo, por situarnos en el contexto retórico.
Hacen falta muchas ganas de blanquear a la izquierda abertzale para asegurar que se separa de ETA al repetir lo que esta decía hace tres años. Los sucesores del terrorismo quieren llevarnos al huerto. Y además cuentan con quienes tienen muchas ganas de irse al huerto.
En el escrito de hace tres años y en su repetición actual no hay nada parecido al arrepentimiento ni a la petición de perdón. Proyecta la fantasía de que todo fue por culpa de una guerra. Lo que pretendía (y pretende) este discurso es que se los reconozca como potencia beligerante, para que a los terroristas se les considere combatientes sin culpa, de forma que sean perdonados y sus sucesores admitidos en sociedad sin renunciar al pasado violento, al que siguen enalteciendo.
¿Estamos por tanto donde estábamos hace tres años? Estamos peor, pues los herederos de ETA comprueban que repitiendo lo que decía ETA quedan perdonados por parte de la política española. Ven que el Gobierno es capaz de agarrarse a un clavo ardiendo para proyectar la idea de que pactan con un partido de conversos a la democracia y no con la herencia del terror.
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