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El órgano de la iglesia de san Nicolás de Oberndorf, pueblo cercano a Salzburgo, se había estropeado. El párroco Joseph Mohr escribió unos ingenuos versos ... y se los presentó al organista y maestro de escuela Franz Gruber para que compusiera la música, que sería acompañada de la guitarra. Un asombroso villancico –hoy Patrimonio intangible de la Humanidad por la Unesco– cantado a dos voces incendió el corazón del mundo aquella 'Noche santa', de paz, de estrellas, de luz, del 24 de diciembre de 1918. Estos mensajeros de buena voluntad fueron elegidos por la fama que no buscaron, dando una lección a la música de necias pretensiones y escarneciendo ambiciones impropias del corazón del arte.
Otras ambiciones violentan los corazones más débiles. Sigue desbocado el caballo del recibo de la luz (300.000 km/seg.); las luces, por el contrario, se apagan. En estas navidades, muchos belenes y árboles no serán adornados con guirnaldas de bombillas de colores. En su lugar, pequeñas velas darán luz cálida avivando resplandores interiores. Las luciérnagas y los gusanitos de luz han hecho un pacto con las estrellas, organizando una campaña con el propósito de que las sombras no se apoderen de los caminos y las veredas. Aunque el perverso Herodes se empeñe en mostrar su poderío con la simulación de una fortaleza, sólo servirá para certificar fracasos no reconocidos por soberbia y prepotencia, pues la gente humilde y decente no pasará por sus exacerbados dominios.
Hay demanda de braseros y farolillos; las carbonerías y las leñeras han garantizado el calor en estos días de frío. Es sonada la conmoción solidaria en el cielo ante la noticia de que las estrellas más lejanas titilarán en las próximas noches de sueños de niños cuyos ojos ya comienzan a tintinear, uniéndose al parpadeo de tantos animales personillas y de 'pastores' en paro que llevan en los zurrones lo que falta en sus casas. Las posadas abrirán sus puertas de par en par. La escasa lluvia caída ha regado los campos, ha aliviado la sed de charcas y acequias, y despertado cauces de ríos, cuyos puentes contemplarán el paso de las aguas. De diversos lugares vendrá gente con pasos de dignidad, feliz por los 'paraísos' perdidos, de fantasías y estrellas trucadas, porque en el desierto de la vida hay auténticos 'oasis', aunque rodeados de arena ardiente. La supuesta vida real, al considerarse ella un inmenso oasis conquistado al desierto, ignora que tal pretendido oasis es bioma degradado, de aire contaminado y generado por la deshumanizada humanidad que no se estremece por el 'desierto' de los bosques y los 'bosques' del desierto.
Nuestro corazón late con tenaz lealtad, a la vez que la vida, entre aduanas, fielatos y controles, nos proyecta películas con 'palomitas' para disfrutar mejor el simulacro de realidad de la pantalla, hasta que 'The End', cual guadaña implacable, siega el hilo de la vida y las luces de la sala se encienden, en tanto que se apagan las nuestras, concluyendo así la sesión continua de la particular 'sala' de cine.
Es hora de modificar el 'belén', de borrar las ruinas volcánicas de la isla de La Palma, bellísima ave Fénix, resurgiendo de sus cenizas con renovada savia en plataneras y bancales; es hora de silencio para poder escuchar los gemidos de quienes tiritan de frío en estos días de recibos de alta tensión y de hipotermia social. A ver si bajan definitivamente, si la cocina recobra la alegría, si los sueldos se equilibran subiendo los mínimos y bajando los máximos, si se largan con viento fresco las pesadillas diarias, si por fin la obstinada propaganda no miente y deja en evidencia la inmadurez de unos tiempos tozudos con ansias de inmanencia.
Los belenes son sencillos tratados morales y metáfora ingeniada por el 'poverello' de Asís. También modesta escuela para aprender dónde se encuentran la desnudez, la generosidad, la claridad, el silencio, y dónde los ruidos amplificados, la vacua incontinencia verbal y las 'inocentadas' seculares. El carpintero José y la hacendosa María son dos maestros de la 'escuela' de la vida en los que deberíamos mirarnos como pastores del 'belén' viviente, al mismo tiempo que analizamos el pregonado progreso que, con deslumbrante superioridad focal y provocadora ostentación de 'castillos' y mansiones en paisajes 'acorchados', silencia o asordina la voz de quienes piden cambio de turnos y de papeles en la 'representación', suplican limar diferencias brutales y eliminar tensiones guerracivilistas; porque todos somos 'pastorcitos' del 'belén' del mundo, figurillas de barro que demasiadas noches de duro invierno caminamos por parajes oscuros en pos de calor y luz: la que brilla en la fría desnudez del 'portal', aliviada por el vaho de unos animales, por la humildad de unas pajas y las miradas ardientes de María y José a su hijo Jesús. Esa es la metafórica realidad del 'belén' de nuestro Planeta, con miles de millones de desnortados 'figurantes'.
Nieva en el corazón de las noches navideñas. Mientras, nuestros ojos centellean. La 'empática' prosperidad de Bruselas nos felicita con festivos y ¿solidarios? 'euroaguinaldos', aconsejándonos que expresemos la 'dicha' navideña con ¡Felices fiestas!, como si estuviese el horno para roscos. Pero también un elocuente silencio de paz bisbisea: ¡Feliz Navidad a los de buena voluntad!
¡Feliz Navidad, madre Tierra! ¡Feliz Navidad, Europa! ¡Feliz Navidad, España! ¡Felices Pascuas y esperanzador año nuevo sin pandemia!
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