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El tapiz que llevaba a Rivera a palacio se convirtió en la alfombra voladora de Sánchez

Antonio Soler

Jueves, 11 de julio 2019, 00:05

Cuando el niño Albert Rivera iba camino de su casa aprendió una rara cantinela. Aprendió que No es No. Y se ha hecho un furibundo partidario de ese estribillo por más que odie al solista que lo puso de moda. Y lo odia precisamente porque ... ese cantante le impidió llegar a su casa, o la que él ya sentía como su casa, el palacio de la Moncloa. Las encuestas de entonces se teñían de naranja y Albert Rivera, el hombre que surgió del frío catalán, empezaba a verse como un predestinado. En esa época tan cercana Pedro Sánchez no era más que un desfenestrado, un tipo que había sido víctima del canibalismo partidista.

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