Odio eterno a los romanos

Los españoles, o muchos de los españoles, o una minoría, siguen sujetos a ese ADN, es decir al mandato de Aníbal. (...) Un buen número actual, y también antaño, de nuestros compatriotas no pueden vivir sin manifestar un odio a muerte a cualquier cosa, especialmente a cualquier persona que no le agrade

Carlos Asenjo Sedano

Granada

Sábado, 31 de julio 2021, 01:00

En nuestros manuales escolares de antaño, el texto o libro esencial era La Enciclopedia de Dalmau Carles, muy didáctica, sencilla y eficaz para el aprendizaje de los menores que éramos nosotros. Y allí, quiero recordar, que se decía en el capítulo dedicado a fenicios, cartagineses ... y romanos, que Hamílcar, padre o tío de Aníbal, le hizo jurar a éste odio eterno a los romanos. No se si es frase atribuida por el autor del libro o uno de tantos mitos posteriores..

Publicidad

La causa de este enfrentamiento y consiguiente odio se debe a Cartago, a la sazón, gran potencia naval, situada más o menos en la actual Túnez, y muy próxima y enfrente de la creciente potencia europea que era la república romana, en concreto Roma. Y entre ambas potencias se situaban, y se sitúan, las islas de Sicilia y Malta, manzanas de la discordia, amén de las más distantes de Córcega y Cerdeña, a cuyo posesión y dominio aspiraban ambas con un principio de poder a favor de Cartago, y luego pasar este dominio a Roma.

Y en medio de este enfrentamiento –las famosas tres guerras púnicas con Aníbal y los Scipiones de líderes de sus pueblos–, hete aquí que sin pretenderlo se encontró Iberia en medio de la trifulca, entonces ligeramente dominada por Roma, y cuya travesía por parte de los cartagineses, por Sagunto, Marbella y los Alpes, con sus elefantes, dicen, constituye una de las hazañas militares más gloriosas del arte militar.

El caso es que Aníbal, el gran caudillo púnico, no pudo rematar a los romanos, a pesar de su triunfo en Cannas, y por causa de este enfrentamiento, situada la contienda en nuestra península, se cuenta, que Asdrúbal le hizo jurar a Aníbal odio eterno a los romanos, entre los que se contaban los íberos aliados de los romanos. Y ahí ha quedado la sentencia a través de los tiempos como ejemplo de odio hasta la muerte de unos contra otros, contra toda clase de enemigos, contrarios o disidentes.

Publicidad

Lo curioso, al parecer, es que aquí, en la Iberia de entonces, luego Hispania, quedaron muchos vestigios humanos cartagineses, gentes de Aníbal y muchos más de Roma, de los que, de alguna manera, somos herederos estos posteriores españolitos.

Y rastreando la herencia de unos y otros, es así como nos encontramos con muchos restos romanos, monumentos, monedas, lenguaje, etc... Aunque parece que de los tales cartagineses hemos heredado casi solo Cartagena Nova y otros enclaves marinos, que no son del caso, un estudio más profundo de la cuestión nos lleva a la conclusión, de que al tiempo que los romanos optaron por dejarnos una herencia material, monumental, urbanística, los minoritarios cartagineses debieron optar por dejarnos en herencia parte de su ADN, por ser menos en cantidad que sus enemigos, o menos constructivos y artistas, y así, ya que nos podían dejar otra cosa, con su ADN, implícitamente nos dejaron también el mandato del odio eterno al enemigo. Porque es sabido que el ADN no cambia de generación en generación, sino que permanece inmutable al tiempo, y en Hispania tal ADN semita, después se vería reforzado con la llegada de un buen número de árabes cuya etnia, también semita, los hace hermanos de los semitas cartagineses y aún judíos. Lo que quiere decir que una buena parte de nuestra población, con ADN semita, lleva en herencia ese factor propicio a odiar al enemigo hasta la muerte, como se le prometió a Aníbal

Publicidad

Y aunque la Historia corre y corre arrastrando muchas cosas, también es verdad que lo que hoy se llama el ADN de las razas y de las personas, parece que el tiempo no lo modifica de generación en generación sucesiva descendiente directa de la primera, y aunque vivamos de otra manera, y pasemos de padres a hijos, y cambiamos de oficio, ese ADN permanece ahí sin modificarse escalón tras escalón genético. Y ahí inmutable sigue, latente e invariable a través del tiempo, sin mucha modificación aquel ADN de origen. Es decir que los españoles, o muchos de los españoles, o una minoría, siguen sujetos a ese ADN, es decir al mandato de Aníbal.

La conclusión de todo lo dicho es que el buen observador y estudioso percibe sin gran esfuerzo como un buen número actual, y también antaño, de nuestros compatriotas no pueden vivir sin manifestar un odio a muerte a cualquier cosa, especialmente a cualquier persona que no le agrade. Y el fenómeno se hace más evidente observando la clase política, la que está situada más en el escaparate, que en lugar de dedicarse, como es su obligación, a arreglar problemas ciudadanos, su mejor o peor quehacer es ver la forma y manera de destruir al prójimo o enemigo o, cuanto menos, a fastidiarlo en lo posible. Obviamente, llega uno a la conclusión, de que están sujetos al mandato que recibió Aníbal y sus gentes y que han debido traspasarlo a sus generaciones sucesivas. Si no es así, no se comprenderían ciertos hechos adheridos a la mala leche de algunos de nuestros compatriotas. Y a mayor abundancia ahí está la profecía del poeta Antonio Machado: «Españolito que vienes...»

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad