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Partiendo de la base de que nos gobierna lo peor de la izquierda y ejerce de oposición mamporrera lo peor de la derecha, llegamos al dilema más dramático que amenaza en la actualidad la propia supervivencia de nuestra democracia: es tan urgente acabar con el ... sanchismo como con el voxismo, sabiendo que en la lucha contra ambos se necesitan y retroalimentan los dos para poder sobrevivir. Mientras Vox exista, la actual izquierda reaccionaria tendrá el mejor argumento para blanquear todas sus fechorías contra la libertad, el estado de derecho y el sistema democrático liberal. Otra cosa distinta es que dentro de esta lucha-potenciamiento de la derecha beata y cavernaria por parte del sanchismo se estén utilizando tácticas goebbelsianas de propaganda donde la manipulación y la mentira juegan una parte esencial en el lavado de cerebro mediático al ciudadano español.
No han pasado ni 10 días y ya nos encontramos con un cruce de declaraciones y comunicados entre el vicepresidente del gobierno progresista, el CGPJ y el gobierno progresista subsidiario. Y esto significa que dentro del plan de Pedro y de Pablo para cambiar la Constitución de forma fraudulenta y transmutar nuestra democracia en una pseudodictadura progresista, tan importante es el rodillo mediático abrasador de neuronas críticas como el asalto al poder judicial. Como el legislativo lo tienen controlado de manera precaria, necesitan unos jueces que no se resistan a las necesidades alegales de los atajos políticos de la izquierda con los separatistas. Con el escandaloso nombramiento de Delgado como Fiscal General del Estado se queda fuera de toda duda el que nadie ha manoseado de manera más obscena a la justicia que el partido socialista en toda nuestra democracia, a pesar de que después de Trillo parecía imposible que existiera un político más siniestro en las cloacas político-judiciales. Hay que recordar que quien maneja en realidad todo el entramado filosófico-legal del gobierno es el condenado por prevaricación y expulsado de la carrera judicial Baltasar Garzón, que en los medios sanchistas siguen llamándolo 'juez', incluso cuando algunas agrupaciones socialistas lo invitan para que imparta clases de derechos a su militancia aborregada.
En pocos meses ha pasado Pedro Sánchez de querer penalizar los referéndums ilegales a ofrecerse a pactar con ERC una especie de consulta solo para Cataluña, sobre su «independencia, naturalmente». No hace falta recurrir a Podemos para entender lo que pretende la actual izquierda de la justicia española respecto a los condenados por el golpe de estado del 1-0; ya todo el PSOE, de manera más o menos descarada, se apunta a eso de soluciones políticas que superen la vía judicial, hasta tal punto de que el presidente del Gobierno va a reunirse con un presidente catalán que, en teoría, está inhabilitado para seguir ejerciendo el cargo. Si a esto le sumas que la presidenta socialista de Navarra ha asegurado que la derecha vivía mejor con ETA, la podredumbre moral del cacareado progresismo empalagoso no puede ir ya a peor. Pero, ¿por qué el sanchismo-comunismo, populistas totalitarios en su base esencial, se ve capaz de cualquier cosa que le apetezca sin temer ninguna reacción en defensa del estado de derecho social y democrático por parte de una mayoría de españoles? Porque encuentran en Vox el complemento perfecto para blanquear cualquier abuso y perversión que decidan cometer.
De ahí la teoría de la crispación como clave importantísima de esa progresiva deslegitimación que la izquierda piensa hacer de toda oposición por parte de la derecha. Obviamente, les ayuda que tengamos a Abascal a lomos de un caballo de agitación callejera donde no hace otra cosa que gritar contra la democracia y la convivencia mientras el matrimonio monasterio va con el agua bendita evangelizando infieles y curando a homosexuales. Como parece que ni PP ni Ciudadanos se ven capaces de luchar de manera eficaz contra la dictadura político-cultural del feminismo-ecologismo, Vox se aprovecha de ser la única voz visible- aunque sea a gritos y a rebuznos- frente a la imposición de esta nueva religión progresista-reaccionaria.
Vivimos tiempos tan desquiciados que aquellos de izquierdas que aún creemos en la socialdemocracia como la conocimos el siglo pasado y en la responsabilidad política tanto del que gobierna como del que hace oposición, nos vemos empujados a posicionarnos a la derecha de la actual izquierda populista en defensa de la democracia. Algunos criticaron a Ana Botella para aplaudir ahora y someterse a Irene Montero. Yo no pienso aceptar el dogma sanchista de que la única democracia verdadera es aquella donde la izquierda puede imponer su dictadura.
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