En este mes se cumple el 85 aniversario del mayor genocidio de todos los tiempos de la historia de España. Los hechos acaecidos en Paracuellos del Jarama, población que dista de la capital madrileña a 25 kilómetros, albergan una mezcla de ignorancia y desinformación. Precisamente ... ahora que existe una deliberada intencionalidad política de reescribir la historia y realizar una lectura hemipléjica y amnésica. La comunidad histórica —Gibson, Cervera, Hugh Thomas, Cesar Vidal, Stanley G. Payne, Paul Preston o Julius Ruiz— discrepa en el relato; por lo que resulta conveniente analizarla con la mayor objetividad posible. A estos inconvenientes se suma la omertá impuesta, en algunos casos por el buenismo de pasar página en favor de una pretendida paz social, convertida en una dejación culpable. Además, indagar en las fuentes para acercarnos a la realidad, resulta arduo, porque supone atentas lecturas, compararlas y confrontarlas, para encontrar la verdad machadiana: «¿Tu verdad? No, la verdad; y ven conmigo a buscarla. La tuya guárdatela».
La reconciliación entre las dos Españas de la contienda fratricida en la Transición, llevó al blanqueo de responsables directos de aquel genocidio; generosidad que se ha utilizado de forma desleal. Resulta llamativo cómo el marxismo cultural ha silenciado estos millares de asesinatos, amplificando 'Las trece rosas', que sí fueron juzgados. Se echa en falta documentales, películas, libros, reportajes que den a conocer la memoria martirial olvidada. En el cementerio de los Mártires de Paracuellos, denominado 'La catedral de los mártires', descansan 143 beatos y están en los altares 2.050 personas más; ellos padecieron el martirio del Frente Popular, conformado por socialistas, comunistas y anarquistas. Como apostilla el catedrático de la Universidad de Alcalá de Henares, Javier Paredes (editor de san Román, y el testimonio 'La esperanza tiene un nombre' de Cristina Falk), antes de la eufemística denominación genérica 'Mártires del siglo XX o de la década de los 30', habría que señalar a los responsables directos del genocidio. Lo sucedido en las cuatro semanas (del 7 de noviembre al 4 de diciembre de 1936) cerca del aeropuerto de Barajas (ahora Adolfo Suárez), no es creíble que lo realizaran unos incontrolados; más bien, estuvo planificado y premeditado. Antes de que las columnas de Franco se acercaran en noviembre a las puertas de Madrid, el periódico de izquierdas 'Milicia Popular' publicaba el 5 de agosto: «En Madrid hay más de mil fascistas presos, entre curas, aristócratas, militares, plutócratas, empleados… ¿Cuándo se les fusila?». El corresponsal del Pravda, Mijaíl Efimovich Koltsov, relata en el libro 'Diario de la guerra de España' la reunión en noviembre con el embajador soviético Marcel Israelevich Rosemberg (tenía línea directa con el Kremlin), Carrillo y La Pasionaria, en donde se decidió actuar contra los «traidores sublevados», imitando las purgas de Stalin.
El Gobierno de Largo Caballero huyó a Valencia, el 6 de noviembre de 1936, ante el temor de la toma de la capital de España por los sublevados, encargándose de la defensa militar los generales Miaja y Pozas. Al día siguiente se constituyó la Junta de Defensa de Madrid formada por los partidos del Frente Popular. Santiago Carrillo sería el consejero de Orden Público (el máximo responsable de las cárceles); nombró director General a su hombre de confianza, Segundo Serrano Poncela (quien firmaba las listas de presos que sacaban de las cárceles).
El ministro de la Gobernación, Ángel Galarza, dio la orden desde Tarancón de realizar las «evacuaciones definitivas». De esta forma, se realizaron, según los minuciosos estudios de José Manuel Ezpeleta, 33 'sacas' durante esas cuatro semanas, la mayoría presos preventivos y sin juzgar, de las cárceles madrileñas de Porlier, Modelo, Ventas y San Antón, hasta la oposición de Melchor Rodríguez (el 'Ángel Rojo') y el cónsul noruego Félix Schlayer. En el arroyo de San José de Paracuellos de Jarama, en un caz muy cercano al castillo de Soto de Aldovea, en el termino de Torrejón de Ardoz, asesinaron, con Carrillo como responsable, 3.950 personas y otras 800 víctimas las enterraron allí, traídas de otros lugares (4.750 en total).
El cómputo global de los asesinados en Madrid, incluyendo el sistema de los 'paseos' de las checas, en Bobadilla del Monte, en el cementerio de Aravaca y en Rivas-Vaciamadrid, ascienden a 20.000 presos, en su mayoría preventivos. Solo conociendo la historia, sin alterar la reconciliación de la Transición, será posible la convivencia.
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