Pascua y calles vacías
El Zaguán ·
El azahar brotó e incluso ha caído, percibimos su esencia en el aire, o lo imaginamos, pero en general no lo vemos, ni lo pisamosSecciones
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El azahar brotó e incluso ha caído, percibimos su esencia en el aire, o lo imaginamos, pero en general no lo vemos, ni lo pisamosEscribo estas líneas a mediodía de ayer sábado después de asomarme al balcón y percibir un inusual, hasta hace unas semanas, e incalculable, vacío. La ciudad se ha llenado de un silencio ensordecedor y raro, como ocurre en los instantes siguientes al estallido de una ... bomba. Está enmudecida (salvo el gran ejemplo y desahogo de las ocho de la tarde) ante la abducción de viandantes, al margen de esos pocos, que parecen náufragos sonámbulos, que van a lo imprescindible, y esos otros estúpidos y caraduras, muy, muy pocos, sí es verdad, que se creen por encima de la responsabilidad y gran esfuerzo colectivo de los ciudadanos. El azahar brotó e incluso ha caído, percibimos su esencia en el aire, o lo imaginamos, pero en general no lo vemos, ni lo pisamos.
Los bulliciosos centros de enseñanza se han quedado en un mudo y desmayado limbo. Los cines, abatidos, se enrocan en su propio drama. Las calles están desnudas y el gran espectáculo, el más sublime, el de la comunión de las calles y plazas con los ciudadanos, está suspendido en un imperceptible gemido, está sin actores y con un público de anteojeras y barandas balconeras. Ahora las sempiternas calles y avenidas bulliciosas, los alegres altozanos y parques acariciados por el tibio sol del mediodía son un desierto yermo de personas. Los gorriones, las hurracas y los mirlos con su canto aflautado, extrañados, se dejan ver mucho más en los urbanos alcores. Por decir un icono urbano, hasta la escena de la Gran Vía madrileña vacía totalmente y con un único hombre caminando por ella con la que comenzaba la película Abre los ojos, de Alejandro Amenábar, se ve superada por la realidad. Por momentos, mientras nos preguntamos cara a cara por tantas cosas, se nos encarnan los versos de Octavio Paz: «(…) brota del fondo del silencio/ otro silencio, aguda torre, espada,/ y sube y crece y nos suspende/ y mientras sube caen/ recuerdos, esperanzas,/ las pequeñas mentiras y las grandes,/ y queremos gritar y en la garganta/ se desvanece el grito:/ desembocamos al silencio/ en donde los silencios enmudecen». Sí, necesitamos fotones, necesitamos luz. Una luz distinta, clara, para segregar melanina y empaparnos de felicidad, de otra más destilada felicidad. Y si sabemos escuchar los silencios de la ciudad entenderemos lo que nos pide, eso. Por cierto, hoy es domingo de Pascua o también llamado de Gloria, o de Resurrección, domingo Santo o Pascua Florida, para los cristianos. Según la Biblia, con la Pascua Dios da a los cristianos la esperanza por la resurrección y por una nueva forma de vida, representada en el regreso de Cristo de entre los muertos. El término Pascua proviene del latín pascae, que a su vez procede del griego, de una adaptación del hebreo, que significa 'paso' o 'salto'. El origen de la celebración de la Pascua se encuentra en el libro del Éxodo. Allí se narra la marcha del pueblo de Israel del cautiverio en Egipto hacia la tierra prometida, y se explica cómo debe celebrar la Pascua para el pueblo hebreo, siendo símbolo de la liberación de su esclavitud. Previamente la fiesta pascual era una fiesta de pastores y nómadas. Consistía en el sacrificio de un animal joven (cordero) para obtener la fecundidad y prosperidad. El carácter de esta fiesta se basaba en los ciclos de las estaciones. Los cristianos, sin embargo, separaron la celebración de la Pascua judía y cristiana en el Primer Concilio de Nicea (año 325 d. de C.), promovido por el emperador Constantino I. Sínodo de obispos que se considera el primer concilio ecuménico y que entre otras cosas intentó conciliar la cuestión cristológica de la naturaleza del Jesucristo y su relación con el Dios Padre. También construyó la primera doctrina cristiana uniforme, y estableció la fecha de la Pascua, siempre después de la primera luna llena luego del inicio de la primavera, en el hemisferio norte.
Y este domingo de Pascua es la mejor metáfora para todos. Seguiremos mañana en nuestras casas, en la ciudad callada, y vacía. Pero vamos a dar el salto, lo necesitamos, vamos a dar el paso para no mirar de lado, ni desde la trinchera, este infortunio que estamos viviendo. La ciudad de los silencios sonoros, un mundo que desea renacer, nos esperan. Desembocaremos en el alborozo. ¿Pero será pletórico para todos?
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