La Pasión

Ad líbitum ·

La interesada crítica hollywoodense la clasificó como 'R' y pretendió acallarla por violenta, ante la flagelación y la crucifixión del Señor. Sin embargo, al verla el Papa san Juan Pablo II comentó que se ajustaba a la realidad

javier pereda pereda

Viernes, 2 de abril 2021, 00:23

La celebración litúrgica del Jueves Santo, Viernes Santo y el Domingo de Resurrección nos adentra en el misterio central de la vida cristiana. La meditación de la Pasión y Muerte de Jesús en el Evangelio ha hecho muchos santos. El discípulo amado del Maestro, que ... vivió de forma estrecha estos acontecimientos, nos dice: «Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3,16). La cosa más alta y divina que ha sucedido jamás desde la creación –según Luis de la Palma– se puede afrontar con admiración o sintiéndose interpelado ante ese amor hasta el extremo. «Los santos –me dices– estallan en lágrimas de dolor al pensar en la Pasión de Nuestro Señor. Yo, en cambio… Quizá es que tú y yo presenciamos las escenas, pero no las vivimos» (VIII Estación del Vía Crucis de san Josemaría Escrivá).

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Cada vez que celebramos la Semana Santa medito la obra 'La Pasión del Señor', dirigida por Mel Gibson, de sencilla localización en Internet. La interesada crítica hollywoodense la clasificó como 'R' y pretendió acallarla por violenta, ante la flagelación y la crucifixión del Señor. Sin embargo, al verla el Papa san Juan Pablo II comentó que se ajustaba a la realidad, incluso que los sufrimientos del Redentor habrían sido mayores. Así lo demuestran los estudios que se han realizado sobre la sábana santa del enclavado en la cruz, que reflejan la flagelación, la coronación de espinas y las llagas de su costado, de sus manos y de sus pies.

Es magistral cómo conduce el director al espectador para propiciar un encuentro personal con Jesús, a través de las miradas de complicidad con el resto de personajes. Así ocurre especialmente cuando Jesucristo (interpretado por el católico practicante norteamericano Jim Caviezel) mantiene un diálogo con la mirada afligida de su Madre la Virgen María (interpretada por la actriz rumana Maia Morgenstern).

Otro tanto sucede con María Magdalena (Mónica Bellucci) al librarla misericordiosamente de la lapidación de los fariseos: «El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra», otorgándole la liberación del perdón: «Vete y no peques mas»; ésta le corresponde con un agradecimiento fiel. Con el discípulo Juan, el que en la Última Cena había recostado su cabeza sobre el pecho del Señor, intenta entender lo que está sucediendo. Con Simón de Cirene, que se vio forzado a llevar la cruz de Jesús, terminó por defenderle con valentía de la soldadesca romana, por el maltrato cruel que le dispensaban; acabó por abrazarse al Maestro para ayudarle a sobrellevar el peso infamante de la cruz. Con la Verónica, que siendo judía colaboró con el Salvador para enjugar su cara ensangrentada, dejando grabado en un lienzo su Santo Rostro.

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El hasta ahora mejor metraje sobre la Pasión, fiel al relato evangélico y a lo reflejado por el historiador Flavio Josefo y san Pablo, hace varios guiños al libro de Ana Catalina Emmerick, 'La amarga pasión': Jesús queda colgado por las cadenas; Madre e Hijo se comunican entre distintos pisos; Claudia, la mujer de Pilatos, le lleva a María y a Magdalena unos paños para limpiar la sangre del Señor, después de la brutal flagelación; la desesperación y tormento de Judas con los niños diablillos; un cuervo arranca los ojos de Gestas, el mal ladrón.

Está brillantemente conseguido en el relato el paralelismo entre el sacrificio cruento de la cruz con el flashback de la Última Cena. A sus discípulos les explica la verdadera amistad: «Nadie tiene amor más grande que el de dar uno la vida por sus amigos»; también el mandato nuevo del amor: «Que os améis los unos a los otros como yo os he amado» (Jn 15,12-13). El director quiere subrayar que Jesús de Nazaret acude libremente a pagar nuestro rescate, en cumplimiento de la voluntad de su Padre: al vencer la tentación en el Huerto de los Olivos, al disponerse animoso ante la terrible flagelación, al levantarse con presteza en las caídas, y antes de la crucifixión. El demonio está como león rugiente (1Pedro, 5-8) durante toda la prueba, porque pretende impedir que Jesús nos redima. Su Corazón misericordioso vence el mal y nos invita a seguirle siendo otro Cristo, el mismo Cristo.

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