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Los que de mí saben están al tanto de que hace tiempo, monté despacho en el Bernina de Recogidas, donde suelo recibir de diez a ... once, para tomarle el pulso a la ciudad, el sabor a su café, y compartir charla y amistad con los míos. Por el imaginario diván de la esquina de la calle, donde Mariana Pineda estuvo conventualmente recluida, frente al palacio de los patos, entre empleados de banca o dependientas de comercio, transcurren mis mañanas, comprobando el deterioro social y el descrédito político en el que la ciudad de la Alhambra fue sumergida hace tiempo, por unos políticos ineptos y unos empresarios ególatras.
Disfrutando ya de unas noches de festival, con el echarpe por los hombros, el chocolate con churros en Bibarrambla y el esmoquin con aroma a Alcanfor, me hago presente, ante la tostada matinal de integral con aceite, compartida con mi gran amigo, el doctor Tomás Martínez Zaldívar, único en su oficio que ha atendido en esta tierra a varios reyes, papas, jefes de Estado y grandes artistas. Los recuerdos se agolpan, las anécdotas se atropellan, y los secretos siguen quedando ocultos en la conversación leal de dos amigos que jamás traicionarán su lealtad. Y ya que hablamos del Festival...
Aquella noche, Montserrat Caballé salió al patio de los Arrayanes con un tobillo vendado y una improvisada baranda de madera, en su derredor, como medida de protección. Lógicamente los presentes nos preguntamos por qué. Pero la rotundidad de su voz nos hizo olvidar aquello, y la diva catalana volvió a triunfar en nuestro festival. El asunto había tenido lugar horas antes, durante el ensayo de la mañana, en el que al parecer, la oronda soprano torciose el tobillo, y en aquellos tiempos en los que no había móviles, el doctor Martínez Zaldívar portaba en su cintura un aparato encendido las 24 horas, llamado 'busca', con el que desde el Gobierno Civil de Granada, se requería su inmediata presencia en los lugares más insospechados.
Unas veces había que cambiarle la colostomía a un Papa bajo el altar de Almanjáyar, u otras, tener un quirófano preparado y equipado durante todas las horas que el monarca estuviera esquiando en Sierra Nevada, por si acaso, y más teniendo en cuenta el largo historial del Rey en esto de caídas y 'recalcones'. Pero volviendo al bel canto, suena el busca de mi amigo y raudo y veloz se encamina hacia la Alhambra, donde la bella y bien nutrida odalisca se lamenta de su suerte, teniendo en cuenta que tiene que actuar en nuestro festival tan solo unas horas más tarde. Lógicamente, el doctor intenta palpar el tobillo de la soprano para diagnosticar in situ, a lo que esta responde con displicencia, que a ella no le toca el tobillo más que su esposo. Sorprendido el doctor insiste en poder calibrar el alcance de la lesión y ante la negativa de doña Montserrat, Tomás toma las de Villadiego y abandona el recinto alhambreño, mientras escucha una voz que corre tras él gritando su nombre y rogándole que vuelva. El galeno acepta ante la insistencia del marido de la soprano que le pide mil disculpas en su nombre. El tobillo se vendó convenientemente, la soprano fue infiltrada, el concierto todo un éxito más en la carrera de Montserrat, y el prestigio y la discreción de mi querido amigo Tomás, de público conocimiento, como fue la implantación del Servicio Especial de Urgencias, cuando nadie tenía ni repajolera idea de estas cosas. Estos cafés mañaneros es que dan para mucho.
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