Cuadro de Armando Pareja.

'Patris corde'

Ad Líbitum ·

El calendario está lleno de días dedicados a su memoria: todos los miércoles, el 19 de marzo y de todos los meses, el 1 de mayo, en Navidad y la Sagrada Familia

Viernes, 18 de diciembre 2020, 00:07

La Carta apostólica del papa Francisco 'Patris corde' ('Con corazón de padre') puede servir de guía para la meditación durante estas navidades. El santo padre sugiere profundizar en la figura de san José («añadir»), para crecer en el amor a este «varón justo» (santo), imitar ... sus virtudes y acudir a su intercesión. Recuerda el 150 aniversario en el que el esposo de la Virgen María fue declarado por el papa Pio IX patrono de la Iglesia universal. De ahí lo oportuno de proclamar un 'Año de san José' hasta el próximo 8 de diciembre.

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En los inicios del cristianismo, este santo de «elocuentes silencios» queda en un segundo plano; la referencia en los Evangelios es escueta. Su veneración en Occidente crece con santa Teresa de Jesús, que le dedicó 12 de los 17 conventos fundados: «Y tomé por abogado y señor al glorioso san José. No me acuerdo hasta ahora de haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Quien no hallare maestro que le enseñe oración, tome este santo» ('Libro de la Vida'). Este descendiente de la estirpe de David, hijo de Jacob y de Elí, colaboró fielmente en la misión encomendada, dentro plan divino de la Encarnación y Redención del Hijo de Dios.

El papa Juan Pablo II en la Exhortación 'Redemptoris custos' (1989), desarrolló lo que muchos califican como un texto emblemático en la teología del «patrono de la santa muerte». A este «maestro de vida interior» «¡le fue concedido no sólo ver y oír al Dios, a quien muchos reyes quisieron ver y no vieron, oír y no oyeron, sino también abrazarlo, besarlo, vestirlo y custodiarlo!». El santo del «encogimiento de hombros» era el padre putativo (P.P.) de Jesús (hipocorístico de Pepe), y tuvo la valentía de asumir su paternidad legal, obedeciendo la embajada del ángel: «Tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1,21).

Ante las difíciles pruebas que le tocó afrontar —unió el Antiguo y el Nuevo Testamento: «ese soñador» (Gn 37,19)— supo responder con prontitud e iniciativa a la voluntad de Dios manifestada en cuatro sueños: el ángel le revela que no repudie a María, porque el niño que iba a nacer era obra del Espíritu Santo (Mt 1,18-24); huye a Egipto con la madre y el niño, ante la amenaza de Herodes de matar a los santos inocentes (Mt 2,13-18); vuelve a Israel con el niño y la madre (Mt 2,19-21); y, finalmente, se quedan en Nazaret, en vez de Judea, por el temor al rey Arquelao (Mt 2,22-23). A pesar de los peligros padecidos, la pobreza de tener que nacer en un pesebre, porque no hay lugar en la posada, verse obligados a emigrar…, no le faltó la valentía creativa para resolver las dificultades; no en vano es el patrono de la familia. Representa un modelo para trabajar con competencia y prestigio –Jesús era conocido como «el hijo del artesano» (Mt 13,54-58)–; se esforzaría y no acudiría a la cómoda milagrería, como pretenden transmitir los evangelios apócrifos. También es un ejemplo de cómo vivir la castidad. Algunos autores representan al esposo de la Virgen como una persona anciana. Sin embargo, es más acertada la iconografía paleocristiana en la que aparece fuerte y joven; para vivir esta virtud no hay que ser viejo o carecer de vigor.

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El calendario está lleno de días dedicados a su memoria: todos los miércoles, el 19 de marzo y de todos los meses, el 1 de mayo, en Navidad y la Sagrada Familia. Durante este Año santo la Iglesia —cauce de misericordia— ha dispuesto que se pueda lucrar la indulgencia plenaria (remisión de la pena temporal de los pecados) si se observan las condiciones generales (confesión sacramental, comunión eucarística y rezar por las oraciones del pontífice). Además de meditar el padrenuestro, hacer una obra de misericordia, rezar el santo Rosario en familia u ofrecer el trabajo.

Existe una profunda analogía entre José de Nazaret y el que proporcionó alimento a Egipto e Israel (Gn 41,46-57), que hizo exclamar al faraón: «Id a José, y haced lo que él os diga». Al tratarle nos invita a una nueva conversión, a acoger a la trinidad de la tierra con su misma delicadeza, ternura y amor: ¡Jesús, María y José, que esté siempre con los tres!

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