En la eliminatoria entre las selecciones de España y Marruecos, para pasar a cuartos de final del campeonato mundial de fútbol en Qatar, se produjo un hecho que no pasó inadvertido. Después de lanzar el último penalti el defensa Achraf, que clasificaba al país vecino ... separado por el Estrecho de Gibraltar, el equipo marroquí corrió a la banda y se hincaron al unísono de rodillas para agradecer a Alá la esforzada victoria. Sorprendía cómo el portero del equipo africano y jugador del Sevilla F.C., Yassine Bounou (Bono), en ademán sereno y sonriente movía los labios y recitaba oraciones, antes de detener dos lanzamientos. En la selección brasileña, firme candidata a la sexta Copa del Mundo, también manifiestan la religiosidad algunos de sus jugadores. Es el caso del desequilibrante delantero de religión católica, Vinicius Jr., que cada vez que introduce la pelota entre los tres palos, ofrece el gol a Dios, elevando la mirada y los dedos índices de las manos al cielo. Le veremos repetir este gesto en los tres partidos que restan, hasta alcanzar la previsible final contra la selección de Francia. Otros compañeros, como Casemiro o el portero Alisson Becker, muestran orgullosos su fe y publican salmos (20,8) en Instagram: «Unos confían en los carros, otros en los caballos; nosotros invocamos el Nombre del Señor, nuestro Dios». El seleccionador de Portugal, Fernando Santos, confiesa que nada más levantarse ofrece el día a Dios y lee los textos de la Misa. A la que acude los domingos para celebrar la esencia cristiana: la Pasión, muerte y Resurrección de Cristo. El Sagrario es el lugar donde más a gusto se encuentra, porque Él está ahí. Al entrenador de Croacia, Zlatko Dalic, devoto de la Virgen de Medjugorje, le vimos en el mundial de Rusia 2018 echar mano al bolsillo, para apretar el rosario, porque en los momentos de tensión le calma.
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Estas manifestaciones de religiosidad llaman la atención, por el contraste y ante la ausencia de signos religiosos de nuestra selección de fútbol. Quizás podamos encontrar la clave en los datos de creencia religiosa en nuestro país, según la encuesta del CIS del mes de noviembre pasado, que confirman la tendencia ya existente. Según este organismo, del 55,4% de españoles que se confiesan católicos, existen menos practicantes (18,2%) que no practican (37,2%). Entre los no católicos (44,6%), un porcentaje de 2,6 creen en otra religión; 12,3 son agnósticos; 12,5 no creyentes; 15,5 ateos y el resto no contesta. El dato más significativo indica que se agudiza el descenso de jóvenes católicos, porque en la extensa horquilla de (18 a 34 años), sólo uno de cada diez se confiesa creyente. Ante este panorama, aparentemente desesperanzador que viene a tomar el pulso social a la situación religiosa en España, quizás haya que analizarlo desde una perspectiva más amplia. Así lo pretende el profesor de filosofía y sacerdote jienense Juan Jesús Cañete Olmedo, en el reciente libro: '¿Dios? En el ágora del siglo XXI' (Editorial PPC). Se pregunta el autor en una monografía de trescientas páginas plagada de citas de filósofos: ¿Desaparecerá la religión? En una sociedad secularizada, como estamos presenciando de forma paulatina en nuestro entorno y de forma especial en Occidente, podríamos formular la pregunta provocadora de Tillard: ¿Somos los últimos cristianos? Para el autor, conforme a Eugenio Trías, la religión vuelve a estar de actualidad después de varios siglos. Con Habermas y Taylor el pensamiento secularizado no puede descubrir por sí solo la esencia de lo humano: la libertad, la conciencia moral, los derechos humanos, el legado de la ética cristiana del amor, la belleza, el bien y el mal, el sentido de la vida y de la muerte. Por eso, siguiendo a la judía conversa Edith Stein, el que busca la verdad busca a Dios.
De ahí que la religión no pueda erradicarse del corazón del hombre. El hombre no es bueno ni malo por naturaleza (Rousseau y Hobbes), ni ha de prescindir del esfuerzo para mejorar (Lutero). La religión ('religare'), al vincular el hombre con Dios recibe la ayuda de la gracia, y junto la lucha personal combate las inclinaciones desordenadas del pecado original. El cristianismo se presenta ante el futuro, en expresión de Benedicto XVI, como minoría creativa, pero con la autenticidad y vitalidad de los primeros cristianos, para la renovación de la sociedad.
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