
Lo peor y lo mejor del ser humano
Huesos de aceituna ·
Todos y todas hemos sido testigos de un buen número de hechos que reflejan los instintos más elevados y más bajos del ser humanoJosé Luis González
Jaén
Viernes, 15 de enero 2021, 23:11
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Huesos de aceituna ·
Todos y todas hemos sido testigos de un buen número de hechos que reflejan los instintos más elevados y más bajos del ser humanoJosé Luis González
Jaén
Viernes, 15 de enero 2021, 23:11
Dejó dicho Albert Einstein algo así como que «la suerte de la humanidad es, generalmente, la que ella se merece». Sea tal frase más o ... menos acertada, más o menos voluntarista en la realidad de este mundo del siglo XXI, he de decir que, en mi opinión, como especie, durante los últimos días hemos merecido muchísimo y poquísimo casi de manera simultánea. Todos y todas hemos sido testigos de un buen número de hechos que reflejan los instintos más elevados y más bajos del ser humano. En la pieza que ahora leen no solo referiré asuntos a nivel global, difuminados por los kilómetros de distancia –cientos o miles- también otros muy cercanos y protagonizados por mis vecinos y vecinas.
Ya escribí la semana pasada sobre los terribles sucesos en EEUU, protagonizados por una turba de ceporros alentados por el ceporro en jefe, Donald Trump. Hoy son multitud los detenidos y encarcelados por la violenta toma del Capitolio, entre los que se cuenta una especie de gurú del ciberespacio, tan desequilibrado que, a la vista está, decidió sustituir en su testuz el cerebro por una cornamenta. Semejante sujeto lidera un 'movimiento' social que es seguido por no sé cuantos cientos de miles de estadounidenses. Pero, claro, ese mismo país es el hogar de decenas de millones de personas que son el fiel reflejo de una de las democracias más arraigadas, desarrolladas y prósperas del mundo. No en vano, han castigado con su voto mayoritario el despotismo del partido republicano en general y el del actual presidente en particular.
La vieja Europa, tan variopinta en todos los sentidos, no se queda atrás en ese yin-yang tan humano que nos invade a comienzos de este 2021. Precisamente ahora, en general y por lo que a la Unión Europea respecta, vivimos días de vino y rosas con la deriva solidaria de los países más ricos. No nací ayer, se trata de puro interés. La mala experiencia de la recentísima crisis financiera ha sido vital para este renovado espíritu conciliador y para intentar sofocar con una buena cascada de euros el incendio provocado por la covid-19. Eso sí, quienes más reticencias pusieron a ese empeño, los gobernantes de Países Bajos –no vuelvan a usar el nombre de Holanda-, se ven hoy retratados con un turbio asunto interno de xenofobia y racismo que les puede costar la cabeza política. Todo, por no hablar del recientemente 'brexiteado' Reino Unido. Quizás, por mucho que les pese a sus ciudadanos y ciudadanas, sea hoy una miniatura de ese país que antes referí y al que siempre miraron por encima del hombro. Es, como EEUU, un país partido entre la caspa y el progreso, pero con la diferencia de que en las islas sigue venciendo la caspa.
Descontando kilómetros llegamos a España. ¡Ay!, España. Pocos países como este reflejan tan fielmente esa dualidad que componen las luces y las sombras. Miren si no Madrid tras el paso de la pérfida Filomena. Atrapado en la nieve como un cervatillo que ha perdido la huella, el olor y el balido de su progenitora. ¿No se imaginan así a su alcalde? Tantos miles de millones de euros no recaudados a los madrileños más ricos por las anticonstitucionales y antisociales bonificaciones impositivas, y ahora, con todo el morro, se los piden al Estado y a Europa por considerarse zona catastrófica. Sin embargo, también allí ha aflorado la fraternidad. Decenas de madrileños se lanzaron a la calle con sus todoterrenos para transportar, de manera altruista, a los facultativos, a los enfermos y a las personas mayores a los centros sanitarios. Pero lo que más me enorgullece es que una empresa cazorleña de alquiler de vehículos, Bujarkay, no dudó en poner a su personal y a su flota de 4x4 y ambulancias camino de Madrid para esas tareas sin esperar nada a cambio.
Y, por fin, ya en mi ciudad, en Cazorla, también puedo encontrar la ambivalencia. Hace unos días, una persona migrante -maliense para más señas- perdió su cartera con 1300 euros en su interior. Todo lo que tenía. Quien la encontró no la devolvió, por más que en el interior tuviera la documentación necesaria para saber a quién pertenecía. Días más tarde, a través de una red social –para algo bueno han de servir-, tres vecinos convocaron una colecta que se cerró en tan solo 10 horas con la recaudación de la total cantidad. Solo me resta decir: gracias Valeriano, gracias José Luis, gracias Ángel, gracias Cazorla.
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