San Pepe

También y, por vez primera, el encuentro físico semanal se aplaza. Ha adquirido rango de procesión, fiesta, verbena, evento deportivo… así estamos. Nos quedamos en casa con ese sentido de la responsabilidad que les sigue faltando a muchos de los autodenominados padres de la patria, convertidos en patriotillas y soberanos del egoísmo. Es curioso que, en plena crisis, haya politiquillos críticos que apunten a que se ha actuado tarde y que los mismos no censuren a quienes con total desprecio a la solidaridad y a toda prisa salieron de estampida del lugar donde se encontraban los mayores focos del virus para tomar posesión de otros espacios más limpios. Si es grave que lo hiciera el vecino del quinto, más aún lo es que la familia Aznar demostrara así su miserable condición. Seguro que hay también otras estirpes de las que salen en el Hola y en la prensa rosa que también se han refugiado, como decía aquella canción que aquí hicieron famosa Los Mustang, a '500 millas' lejos del hogar.

Quedarse en casa significa tener sentido de la responsabilidad porque, como apuntaba magníficamente la viñeta de Sansón en IDEAL del lunes «Al final va a resultar que es separados como estamos más unidos». Y es que es eso, quedarse en casa, con sentido, y con la intranquilidad propia de quien quiere a los suyos y no puede estar con ellos. Cuántas madres, cuántos padres, cuántos hijos e hijas, cuántas nietas y nietos, que hoy se mantienen en la distancia, no pueden dar ese abrazo que tanto desean en una jornada dedicada especialmente a los padres y a quienes en otros sitios se llaman 'grandes padres' y aquí abuelos.

El día de los pepes, de las pepitas, de los josés, las josefas y de los padres este año es muy diferente pero vamos a celebrarlo desde la unidad de acción y felicitando a todos los josemaris, sin discriminar a ninguno por muy hijo de su padre que sea y sin expresar especulaciones ni siquiera la de que en la provincia andaluza con más casos registrados hay uno escapado de Madrid que podría propagar el virus. Por Dios, ni pensarlo. Eso es solo cosa de la mala gente, de quienes, por ejemplo, se ríen del ministro de Universidades porque tiene un cerebro que no necesita vestir de traje y corbata para parecer decente; de quienes han estado en el foco y han preferido cambiar de aires y de los que, ante el caso que vivimos, tratan solo de sacar rédito político y entran en especulaciones y adivinanzas. Ellos sí que son un virus.