Han pasado trece meses desde aquel primer día, han pasado muchas cosas, muchas historias, muchas muestras de solidaridad, muchos aplausos, muchas frustraciones. La vida y la muerte se han cruzado por los mismos caminos y las lágrimas han brotado solas, siempre con razones poderosas para ... cada cual. Hoy hace trece meses de aquel primer día. La clase política ha medido sus talentos, los de cada individuo que de ella vive, y los demás sabemos las aportaciones de cada quien (quiero decirlo así), y también el aprovechamiento de cada cual. No entraré a juzgar a nadie, no soy juez, solo conozco parte de las consecuencias de sus actos, pero sobre todo de sus no actos (también quiero decirlo así y no olvidarlo cuando toque votar). Y entre estos no actos incluyo la ausencia de reconocimiento económico a las personas que han estado y siguen limpiando cada rincón de los hospitales andaluces, llevándose entre fregonas y cepillos, con mopas y bayetas, los restos y los enteros, virus y consecuencias, con equipos de protección, guantes y mascarillas. El Gobierno andaluz quiso reconocer al personal sanitario su esfuerzo en esta pandemia, incluidos todos los que trabajaban y lo hacen en el sistema, hasta los que no estaban por lo que fuese. A todos menos a quienes limpian. No me den excusas a estas alturas. Me las conozco todas, y todos los rincones donde estos políticos se esconden y buscan la palabra para justificar sus no actos. Tener derivadas a empresas privadas este trabajo no resta el valor del servicio. Los y las trabajadoras son las mismas.
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