El segundo vicepresidente del Gobierno anda en sus peores horas bajas, y eso que ya ha pasado por crisis similares con anterioridad. Sánchez está jugando ... a dejarle la puerta abierta para que se vaya porque ahora le convienen otros socios para mantenerse en el poder; en breve su partido va a sufrir dos descalabros importantes en las autonómicas vascas y gallegas; Podemos se desintegra en comunidades tan importantes como Andalucía; la gestión de las residencias durante la pandemia, cuya gestión asumió en un principio, le deja muy mal parado y para colmo sus tejemanejes, para evitar que los ataques de celos de una novia abandonada le dejaran en ridículo, le han situado al borde de la imputación por haber intentado engañar a un juez de la Audiencia.
La explicación de lo de la exnovia requiere varias páginas solo legibles para expertos en policías corruptos y colaboradores de estos dentro de los medios de comunicación. Por resumirlo en plan culebrón, basta decir que se trata de quien fuera su pareja antes que Irene Montero quien, al parecer despechada, filtró a varios medios imágenes y mensajes que ponían en apuros a Pablo Iglesias, entre ellos aquel dedicado a Mariló Montero («la azotaría hasta que sangre»). Tras lo cual alguien le robó el móvil, en el que la ex guardaba fotos eróticas que remitía al ex. El móvil acabó en poder del hoy vicepresidente quien, sospecha el juez, destruyó la tarjeta. Algo sin importancia a no ser que, como ha ocurrido, Iglesias denunciara en la última campaña electoral que todo había sido una maniobra de la Policía controlada por el PP para desprestigiarle. Si a eso se añade que la ex le dejó en mal lugar cuando fue a declarar a la Audiencia y luego se ha desdicho coincidiendo con que Podemos le haya buscado un lucrativo trabajo, mientras el fiscal filtraba a la abogada que ella e Iglesias compartían las decisiones secretas del juez, es raro que Netflix no esté buscando ya guionista para un best seller.
En la parte del Gobierno del PSOE no disimulan su satisfacción por los apuros del vicepresidente, sobre lo que no quieren comentar porque lo consideran asuntos privados. Sucede que los apuros coinciden con el giro hacia el centro que su jefe necesita imprimir a su gestión para asegurarse la ayuda europea que España necesita con urgencia, de ahí sus negociaciones primero con Ciudadanos, últimamente con el PP con el fin último de presentar unos Presupuestos en los que necesariamente quedarían diluidos todos los acuerdos que los socialistas firmaron con Podemos hace menos de un año, cuando Sánchez abrazó a Iglesias en lo que puede acabar siendo un clásico abrazo del oso.
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