Septiembre seca las fuentes o arrastra los puentes. Vuelta al cole, a la crispación, al clima electoral, a la voladura de puentes. De hablar catalán en la intimidad, a considerarlo un canelo, un karaoke, un castigo bíblico. Seguimos en el Antiguo Testamento. Yahvé castigó por ... soberbios a los supervivientes del Diluvio Universal, que quisieron construir una torre, Babel, para no vivir dispersos, pero que llegara al cielo. Y confundió sus lenguas para que no se pusieran de acuerdo en ello (Génesis 11;9). Entonces no había pinganillos ni traductores, pero gracias a eso tenemos una riqueza cultural enorme. Porque cada lengua es una cosmovisión compartida y tiene su historia, su literatura, su sociología y hasta su psicología. Y ahora tenemos varias lenguas españolas oficiales y medios técnicos y humanos para entendernos, como hacen en el Parlamento europeo, o en Suiza, o en Canadá, o en Países Bajos, o como acaban de aprobar también en Dinamarca. Y tenemos una lengua vehicular, común, fortísima y riquísima, la segunda más hablada del mundo y que no tiene nada que temer. Un 'lingua franca' como el griego koiné en la Antigüedad, sin que por ello desaparecieran las lenguas autóctonas; o el latín después, que dio lugar a las tantas lenguas romances, como el gallego, el catalán o el castellano-español.
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La dificultad para entenderse no está en las lenguas sino en la voluntad de querer hacerlo. Donde reina la crispación sobran los pinganillos y los traductores. ¿O es que antes en español se entendían mejor?
Feijóo ganó las elecciones y lo celebró como Arenas en 2012 en el balcón del partido. Victoria agridulce porque, acostumbrado a coleccionar mayorías absolutas, esperaba gobernar y se quedó muy cerca. Tras el 'shock' y a riesgo de pasar a la historia del PP nacional como una estrella fugaz, emprendió un meritorio intento de supervivencia e investidura, con plan A: insistió con el PNV y habló hasta con el Junts del prófugo buscando «el encaje» de Cataluña. Visto el éxito, pulsó el plan B: siembra de cizaña, coral y orquestada, en busca de cuatro buenos socialistas tránsfugas, 'tamayos' o 'patriotas', según se miren, y con un plan C: si no sale bien, poner difícil la investidura de Sánchez, con la ayuda inestimable de unos y otros, de los 'indepes' o de los 'padres fundadores' del socialismo de la Transición, aquellos que le dieron la vuelta como a un calcetín a un PSOE que ya tenía casi un siglo de historia y que por lo visto esculpieron en granito para los restos; aquellos que piden no ceder al «chantaje» y la desigualdad entre españoles pero que en 1993 cedieron a Pujol el 15% del IRPF y transferencia de competencias, o aquel que en 1996 les cedió el 30%, les amplió el puerto y aeropuerto y más infraestructuras, y más transferencias, suprimió la Guardia Civil de Tráfico en Cataluña y hasta sustituyó los gobernadores por subdelegados porque les sonaban franquistas. Y dos huevos duros. Hoy lo mismo no podrían hacerlo, pero entonces lo hicieron.
Todos – como Zapatero y Rajoy después – en algún momento en manos de PNV o CiU. Así es este país, de 'unidad en la pluralidad' que defendía el filósofo y teólogo del XV Nicolás de Cusa. Unidad en la diversidad que muchos nacionalistas del centro y la periferia no terminan o no quieren entender. El Cusano, por cierto, inventó también las lentes cóncavas para tratar la miopía, y no es una metáfora, y la noción de la 'coincidentia oppositorum'. Sí, de los opuestos.
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Todos han hecho cesiones, que entonces eran «para garantizar la gobernabilidad del país» y ahora, en cambio, es «para mantenerse en el poder», dicen, como si todos los partidos y políticos no buscaran eso, legítimamente, porque si no, para qué están ahí.
Claro, todo dependerá de la entidad de la cesión. Si es la amnistía, no será fácil, legal y políticamente hablando, pero habrá que ver, cuando toque, si es eso, en qué consiste, su alcance y justificación, y a cambio de qué. Así pues, pese al optimismo provocador de Sánchez, no se descarta la repetición electoral, como por cierto ya pide Ayuso, sin esperar al resultado de la sesión de investidura de Feijóo. Eso es confianza. Al suelo, que vienen los míos.
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Un mes hablando de la amnistía, un futurible, mientras la inflación en los alimentos no para, el litro de carburante se acerca a los dos euros, las hipotecas escalan, los salarios menos, los crímenes machistas campan a sus anchas y los jóvenes independizados van tirando como pueden.
Y a este lado de Despeñaperros, una de Romanones. El Gobierno andaluz acaba de aprobar el nuevo modelo de financiación de las universidades públicas –tras el fracaso del que aprobó en 2022 – , con la bendición de los rectores, que avalaron el esquema general pero están con la mosca detrás de la oreja hasta que lean el contenido íntegro de lo aprobado y su traducción en euros. «Hagan ustedes las leyes, que yo haré los reglamentos», que dijo quien fuera presidente del Consejo de Ministros en tiempos de Alfonso XIII.
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El nuevo rector jienense, muy crítico con el anterior modelo, ya pidió el jueves «prudencia y cautela». «Cuando lo veamos, lo aplaudiremos», dijo al reconocer las «divergencias» en la inauguración del curso y con el consejero de Universidad presente.
Y el autobús urbano de la capital se acerca a un paso a nivel sin barreras: anuncio de huelga para la Feria y el nuevo contrato que no termina de arrancar, a dos semanas de que acabe el actual. Curiosamente, puede que, como dice UGT, la victoria sindical de esta semana en los tribunales facilite el acuerdo salarial, pero supondrá un contrato más caro para las deprimidas arcas municipales.
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Tan deprimidas que la decisión del Ayuntamiento de paralizar para estudiar la reclamación de 63 millones de euros a Aqualia requiere una explicación más convincente del equipo de gobierno, cuando ya se ha celebrado un juicio y la sentencia está al caer. Seguro que hay una explicación cristalina, que no sea la de Pepe Isbert: «Como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación, y esa explicación que os debo, os la voy a pagar. Que yo, como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación...»
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