Si me lo permiten, sigo con el Albaicín de mis amores. No crean que es una obsesión, sino que se ha producido una noticia de gran interés para el futuro del barrio más simbólico de Granada, donde se guardan tantos recuerdos desde hace más de ... dos mil años: de la ibérica Iliberri, la romana Ilíberis, la refundada Granada de los ziríes… Íbamos a celebrar el milenario, ¿se acuerdan? Pues todo se gestó ahí, en las colinas albaicineras. Y aquí seguimos, ahora con el protagonismo de los turistas, que acuden en masa a degustar el aroma de los siglos. Cada vez más numerosos desde que hace veinticinco años la Unesco declaró al barrio patrimonio de la humanidad.
La noticia a la que me refiero es que se va a elaborar un nuevo plan especial de protección y catálogo para Albaicín y Sacromonte, que vendrá a sustituir el actualmente vigente, que ha quedado obsoleto, lo cual es lógico pues está fechado en 1991, nada menos. Veintiocho años sin poner al día, ni los diagnósticos sobre los problemas que aquejan al barrio y sus habitantes, ni las medidas que podrían al menos paliarlos. No es este el lugar adecuado para analizar en qué hemos avanzado desde entonces, pero me temo lo peor: que muchas cosas siguen igual, como el estado de las casas moriscas que ya señalé en esta columna, por ejemplo.
La urgencia de airear esta noticia es que hay tres meses para que los vecinos, asociaciones, particulares, empresas y demás planteen sus propuestas críticas a este 'avance'. No vendría mal que este asunto apareciera en los programas de los partidos que optan a los sillones de la casa consistorial granadina, con medidas concretas, que corrijan o mejoren las que ya ha diseñado el Ayuntamiento, a quien hay que felicitar por abordar el tema.
Echando un vistazo a lo que ha publicado la prensa, observamos que en la 'agenda' de dicho plan se tienen en cuenta los siguientes temas: los aparcamientos para residentes y turistas; la densidad del tráfico que afecta especialmente al Sacromonte; la regulación de los alojamientos turísticos; los escasos equipamientos sanitarios; la falta de equipamientos deportivos; las antenas, los cableados. Y muchas, muchas prohibiciones que afectan a la vida cotidiana del vecindario, tan castigado por un pavimento imposible de transitar salvo en muy contados tramos, o por la insuficiencia de servicios de transporte, de lo cual no he encontrado menciones en el avance del plan, así como tampoco aparece alguna medida que ayude a conservar las abandonadas casas moriscas.
Eso sí, queda muy especificado que no hay que pintar las casas con colores raros, como se dice en este párrafo que no me resisto a transcribir: «Queda prohibido el uso del azul ftalocianina, debiéndose reemplazar por el tono añil tradicional, es decir por un color de origen vegetal, tomado de la planta de índigo vegetal, etc.…». No creo que el resto de las medidas previstas sean así de concretas. Estamos a tiempo de mejorarlo. No nos quejemos después.
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