La reciente intervención de la profesora en excedencia, la doctora Carmen Calvo Poyato, al referirse al pacto PP-Vox para el gobierno de la comunidad castellano-leonesa, ha vuelto a suscitarme el recuerdo de otro ilustre egabrense y ministro del franquismo el señor Solís Ruíz. ... La razón de esta evocación es el desprecio de ambos por el conocimiento y la cultura habida cuenta sus manifestaciones públicas. La una negando el conocimiento del derecho y el otro el del latín, evidenciando con ello su impostura e insuficiencia cultural.
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Es cierto que no todos los insignes egabrenses son prototipos de esa falta de conocimiento científico y de visión humanística en su formación, así como en su concepción de la política. Cabra ha sido cuna de grandes humanistas como don Juan Valera Alcalá-Galiano, que fue embajador de su Católica Majestad el Rey de España ante el Imperio Austrohúngaro y en los Estados Unidos de América, además de un excelente escritor cuya obra literaria permanece viva. Incluso el que fuera alcalde de Cabra, el hermano de la ex vicepresidenta, es un buen humanista con trayectoria demostrada.
Esta conjunción en personas, de orígenes tan supuestamente divergentes, se ha caracterizado por su nivel de sectarismo e incultura del que no han dudado de hacer gala en distintas situaciones de espacio y tiempo. Los dos han sido ministros del gobierno de España y políticos en ejercicio.
El señor Solís Ruíz, que era jurídico militar, independientemente de su obra política e institucional, ha quedado como un referente político de probada insensibilidad cultural, pues en el debate de la Ley General de Educación de 1970 en las Cortes Generales, el señor. Ministro pedía menos latín y más deporte, como si fuesen disciplinas antagónicas, así que se pronunció en el debate significando aquello de: «¿Para qué sirve el latín?». El que fuera rector de la Complutense, Adolfo Muñoz Alonso, viejo falangista, le respondió: «Por de pronto, para que, a su señoría, que ha nacido en Cabra, le llamen egabrense y no otra cosa».
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La doctora Calvo, la de la llamada «Memoria Histórica» y que es profesora titular de Universidad en Derecho Constitucional, no tiene la prudencia necesaria en orden a evitar expresar los disparates que la caracterizan o significar el desconocimiento de las locuciones latinas en el lenguaje usual, es que además pone de manifiesto algo tan impropio, en una persona que se dice jurista, como es colocar por encima de la ciencia jurídica, que se supone conoce, el sectarismo ideológico, lo que la inhabilita moralmente para el ejercicio de las funciones que tiene reconocidas en el campo académico y por supuesto en el político; a la vez que se incardina en la categoría de analfabetos funcionales; categoría que acoge, no solo a una mayoría de los miembros del consejo de ministros, sino que también a una pléyade de políticos en ejercicio.
Profundizando en la realidad de estas dos personas, yendo más allá de lo que supone un simple comentario, solo encuentro una explicación que responda a estas manifestaciones, tal es la identidad facistoide que las une. No olvidemos que si algo caracteriza al fascismo es su carácter sectario y poco ilustrado.
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