Todo está politizado

Esperando estamos a que la Justicia, la de este país, sea una chispa más coherente de lo que es y se deje de dar bandazos. A este paso, nadie nos va a quitar pasar por la vergüenza del examen europeo. Habíamos visto a los políticos judicializar hasta la salida y puesta del sol, y ahora asistimos a la politización de los jueces. ¿No será que las leyes están mal hechas? Si fuera así llevamos desde el siglo pasado pagando salarios a los legisladores por hacer mal las leyes y a los jueces por malinterpretarlas. La justicia es como la igualdad, que sigue sin existir porque hay alguien que se empeña en que sea así, una palabra vacía.

Es el cuento de nunca acabar y, a la vista de lo deducible con la simple observación, hace un tiempo que se ha instaurado como principal mérito el del apellido. Usted puede ser premio Nobel, pero si su apellido no coincide con el de algún gerifalte local, regional o nacional olvídese, que el puesto está dado y sin posibilidad de cotejar nada que para eso los malos legisladores se han encargado de hacer la ley oportuna.

Abuelos, abuelas, padres, madres, hijos hijas, nietos nietas, sobrinos, sobrinas, cónyuges, novios, novias, amantes… llenan las nóminas del nepotismo mientras enfrente se siguen formando listas del paro por mucho que haya empresarios que digan que no encuentran trabajadores.

Que le pregunten a Biden, a ver qué les dice. Por cierto, está por hacer el reportaje de los herederos políticos. Del 78 a ahora hay apellidos que no cambian. Apuntar al niño o a la niña a las juventudes en lugar de al bachillerato, FPO, o universidad es, al parecer, mucho más rentable.

No hace falta dar el cante como el que se ha dado con el del español en Madrid. Estaba más que cantado que Cantó tiene méritos más que suficientes para cobrar 75.000 euros al año, gastos de representación aparte. Es un titiritero acostumbrado a pasar la gorra tras la actuación.

De hecho, lo de pasar la gorra es lo que mejor sabe hacer como queda demostrado en su currículo. Toda su vida ha vivido del cuento y, además, cuando abandonó Ciudadanos dijo aquello de que dejaba la política y volvía al teatro. Y lo ha cumplido, que conste. A eso se le llama tener cara, ser un caradura.

Hay que decirle que como político es un trepa y que como actor es difícil que alguien lo puede ver creíble ni siquiera en el papel de político ni…, cómo era aquella obra de Alfonso Paso en la que bordaba el papel protagonista el actor almeriense Pepe Rubio… ah, sí, 'Enseñar a un sinvergüenza'. Pues ni en esa.

Y a nivel local qué decirles. Seguimos a la espera, como siempre. Almería siempre lo está. Es su sino, esa fuerza desconocida que obra irresistiblemente sobre los dioses, los hombres y los sucesos. Esperar, esperar y esperar. Los que seguimos vivos llevamos toda una vida a la espera y si alguna vez conseguimos algo nos dan a entender que nos lo han regalado y que debemos estar un tiempo callados, que ya tenemos bastante. En fin, que todo está politizado y lo que no, seguro que lo estará pronto.