Antonio Agudo Martín

Chupipandis

Me he comprado una pala y me ha dicho el de la ferretería que si me iba a meter a político. Es lo que tiene esto de los asesores de alcaldes, consejeros y ministros. Los hacen fotografiarse en la nieve y paleando con la bellota sal y luego nos choteamos de los albañiles y poceros que nos encontramos por la calle. Hemos llegado a un punto en el que la importancia de un cargo público se mide en la cantidad de sujetabolsos, sostienecarteras, arreglacorbatas, portamóviles y aconsejaposturas que le acompañen.

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Son la chupipandi. Los que dicen cuándo y dónde se tiene que posar para la foto del plumilla. Los que avisan de que no habrá turno de preguntas para los periodistas. Los que critican el color de las cortinas del saloncito a ocupar y los que afilan las tijeras para que no fallen en el corte de la cita inaugural.

Son los asesores que dan luz verde al vestuario adecuado. «No, presidente, esos zapatos hay que cambiarlos por unas botas pánter que vamos al campo». «No, consejero, las manos no te las metas en el bolsillo que hace feo en las imágenes y luego en el infor se te ve galocho». Son los que vigilan que los cascos de obrero que se ponen para visitar una obra pública estén sin estrenar y sean de la talla de las cabezas que les pagan el sueldo. Son los que aconsejan sobre si es mejor el volante o la falda pantalón o el anorak para hacerse ver en una inundación o la cazadorilla de entretiempo para dar el mitin.

Son la corte de la que se rodean los poderosos para que, en teoría, no les dejen meter la pata ni la lengua en sus actos públicos. Visto lo visto y oído lo oído parece que no tienen mucho éxito. Suelen ser los que disculpan la mala educación de llegar una hora tarde diciendo que el tráfico estaba muy mal en Sevilla o Madrid al llegar a Jaén. Los que les susurran a los candidatos que en este pueblo el alcalde es del mismo partido o del contrario. Los que se inventaron lo de la discriminación positiva y el crecimiento negativo. Las fotos con los niños alquilados y con el anciano espontáneo que se pregunta «¿este tío porque me abraza, será familia?».

Son los culpables de que me digan por la calle ¡ande vas con la pala, ministro!

Ernesto Medina Rincón

Desenfocados

¿Qué es la sociedad digital? Charlize Theron promocionando un perfume mientras se despoja de vestiduras y camina cual diosa hacia el fondo de nuestras almas. También la sublimación que una agencia publicitaria consigue sobre los sentimientos futboleros del Atlético de Madrid al narrar en un minuto la prisa de un abuelo pensionista por regalarle a su nieto su primera camiseta rojiblanca antes de que se le adelante el otro abuelo merengón que en lugar de coger el Metro se desplaza en Mercedes.

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Detrás de ese trabajo hay profesionales que responden ante unos clientes que no están para tonterías. Sin embargo, la política está en manos de aficionados, de manera que el Ministro de Sanidad es un licenciado en Filosofía y la Ministra de Hacienda, una médica. El mismo dislate se traslada a los asesores de imagen de nuestros gerifaltes que seleccionan con criterios harto peregrinos entre sus conmilitones a quienes han de asesorarlo sobre cómo aparecer y comportarse públicamente «eh, tú. ¡Qué pantalones tan chulos llevas! Mañana me eliges la corbata».

La falta de preparación mezclada explosivamente con las ganas de hacerse notar y demostrar lo ocurrente que es uno conduce al error. Recuerdo que ya se habló del asunto cuando en su primera investidura Felipe González se presentó con un traje que incluía chaqueta cruzada. Desde entonces la batalla por epatar ha conducido al ridículo. «Presi, ayer vi Top Gun, la película de Cruise, y caí además en que tú tienes un aire a Kennedy. Posa con unas Rayban retro que lo vamos a reventar». «Pablo, me ha venido a la cabeza que Nadal se puso a limpiar barro cuando las inundaciones. Tú a quitar nieve en Madrid. Primera página en todos los medios». No entienden la diferencia entre lo real y lo postizo, entra las botas impermeables para el barro de Rafa y la indumentaria de niño bien del popular. La carrera por demostrar quién es más en cuestión de imagen está abierta. No desdeño que Casado se deje barba hipster o sea pastorcillo en un belén viviente; que Sánchez busque una portavoz con parecido a Marilyn Monroe por aquello de JFK o que Iglesias, quien conforme se nos hace mayor duda entre la coleta y el moño, acabe posando con peineta y mantilla para reivindicar la igualdad de género. Abascal es lo que aparenta. La imagen que dan es el nivel de nuestros desgobernantes. No digo más.

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