Preguntas universales
Tribuna ·
Una cita que creo define muy bien este periodo de nuestras vidas es de Anais Nïn en relación a que «la vida se encoge o expande en proporción al coraje de cada uno»Tribuna ·
Una cita que creo define muy bien este periodo de nuestras vidas es de Anais Nïn en relación a que «la vida se encoge o expande en proporción al coraje de cada uno»Un día nos sentaremos tranquilamente en una mesa a comer e inevitablemente surgirá la pregunta de cómo fue para nosotros el periodo de la covid. Es una pregunta que casi toda la población mundial compartirá. Posiblemente la última vez que la humanidad compartió una pregunta ... universal fue tras la Segunda Guerra Mundial. Imagino que para la población que sobrevivió a la guerra, la respuesta estaría principalmente dictada por su localización geográfica y la decisión de cada país de involucrarse o no en la guerra. En tiempos de pandemia, con un enemigo invisible, nuestra respuesta no debería tener en cuenta la geopolítica. En las últimas semanas estamos viendo que desafortunadamente este no es el caso, y que la pésima gestión nacional y europea con las vacunas sigue causando estragos en la sanidad y en muchas familias. Mientras escribo estas líneas recibo información de que ha muerto por la covid el padre de un íntimo amigo que hace unos días estaba perfectamente y era una persona maravillosa. Que en este país todavía fallezca tanta gente mayor se debe a la falta de un adecuado plan de vacunación.
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En la pregunta de la covid, en cierta manera la respuesta debería radicar más en cómo cada uno de nosotros reaccionó y actuó durante ese periodo. Habrá gente que dirá que para ellos no cambió nada, que todo siguió igual. Habrá otros que dirán que su mundo mejoró, y desafortunadamente muchos que hablarán de trágicas pérdidas. Nuestras respuestas sobre cómo pasamos el periodo de pandemia probablemente tendrán dos partes. La primera durante el 2020, cuando no se tenía la esperanza de las vacunas, y la segunda durante el 2021, cuando la solución ya estaba al alcance de la mano pero en España cada día que pasaba parecía que estábamos más lejos de la salida del túnel.
Una cita que creo define muy bien este periodo de nuestras vidas es de Anais Nïn en relación a que «la vida se encoge o expande en proporción al coraje de cada uno». Incluso antes de la covid esta frase ya venía definiendo la complejidad el mundo sociopolítico de las últimas décadas, donde por mucho que desde el espacio el planeta parezca una sola superficie indivisa, la realidad es que hay muchas partes del mundo que hoy en día están cerradas excepto para los más valientes. Quién, a día de hoy, y a modo de ejemplo se atreve a ir a Afganistán de viaje de placer, cuando el país era un paraíso jipi en los años 70. Desafortunadamente hemos llegado a un punto en el que para muchos ir al bar de la esquina o visitar a nuestros seres queridos es tan inaccesible como Afganistán.
Mención de valentía especial sin duda al personal sanitario que lucha día a día en las plantas de la covid de nuestros hospitales. Como decía el escritor argentino José Narosky, «los valientes también temen. Pero siguen avanzando».
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Probablemente nuestra respuesta a cómo vivimos el periodo de pandemia tendrá varias consideraciones, que por supuesto no afectan por igual a cada persona. Hay gente con enfermedades crónicas que de por sí se ve forzada a limitar su vida para no contagiarse. Para la gente sana la relación viene probablemente delimitada por las restricciones y por la información que se obtiene de los medios de información, las redes sociales y los gobiernos. Si se recibe información de que la situación es preocupante, la gente reacciona limitando su entorno. Cuando la información minimiza el peligro, o ya se ha perdido la paciencia, la reacción es la contraria. Cuando en esta situación de pandemia el contagio es por interacción social, también existe una especie de ecuación recompensa-riesgo. Sin duda el riesgo aumenta cuando se antepone el placer momentáneo sobre la obligación de limitar la interacción social. Gente que ha cogido un avión intercontinental para viajar por Navidades a lugares exóticos ha puesto en una parte de la balanza su placer, y en la otra el riesgo de contraer y expandir la propagación del virus, y ha tenido más peso la primera. Un virus con una ventana de incubación de máximo dos semanas no se podría extender si las interacciones sociales se cerrasen completamente durante este periodo. Desafortunadamente hemos visto que la sociedad parece no estar dispuesta al sacrificio que ello supone.
Sea cual sea nuestra respuesta el día que nos llegue la pregunta sobre cómo vivimos individualmente la pandemia, creo que si respondiésemos como sociedad probablemente estaríamos algo avergonzados de nuestras acciones. No hay más que ver las noticias sobre las protestas vandálicas en Holanda o las informaciones sobre fiestas y desmadres. Hemos demostrado ser una sociedad con una respuesta desigual, algunos actuando con conocimiento de causa y otros de una manera insensible, hedonista, mal informada y totalmente insolidaria. Mi esperanza es que, al menos como personas podamos responder individualmente con orgullo y valentía. Diciendo que hicimos lo que pudimos, que tomamos decisiones teniendo en cuenta nuestro impacto como posibles propagadores, y como posibles pacientes de hospitales abarrotados. Que pensamos en las personas mayores, en el personal sanitario, en los problemas de los demás, y no solo en nuestros deseos y necesidades. Algún día cercano llegarán esas preguntas, y creo que la verdadera valentía sería actuar hoy pensando cómo queremos responder.
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Le doy vueltas también a cuál será la siguiente pregunta universal, una vez hayan pasado varios años y esta pandemia haya quedado tras nosotros como un devastador recuerdo. Salvo nuevas desgracias médicas o económicas, creo que la siguiente pregunta universal radicará en el medio ambiente. Aquí también parece que estamos empecinados en fracasar como sociedad, aunque espero no como personas. Mi esperanza es que, al igual que con la covid, podamos aceptar y asumir nuestra responsabilidad hacia cada uno de los demás, y hacia el mundo natural que hace viable nuestra existencia en este planeta. Carl Sagan opinaba que «vivimos en una sociedad profundamente dependiente de la ciencia y la tecnología en la que casi nadie sabe nada sobre las mismas». En cierta manera esta frase se adapta más al mundo actual que al de principios de los noventa, pero si tengo que creer en algo, prefiero a Marie Curie para quien «nada en la vida debe ser temido, solamente comprendido. Ahora es el momento de comprender más para temer menos».
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