Se anunciaba en la agenda cultural de IDEAL un concierto que, además de ser presencial, se retransmitiría en streaming. Sufrí un tremendo déjà vu y me faltó echarme las manos a la cabeza, como el protagonista de 'El grito' en mitad del rojo sahariano.

Publicidad

Yo ... fui de los que pensó que, con la pandemia, el streaming había venido para quedarse. No digo que me equivocara, ni mucho menos, pero a mí no me esperen al otro lado de la pantalla.

Le he pillado ojeriza. La mera enunciación del concepto me devuelve a lo más duro del confinamiento. Y no, oigan. No.

El pasado viernes fue como los de antaño. Quedé a mediodía para tomar una cerveza con Nani Castañeda, hablando de música, viajes, cultura y gastronomía; y terminé volviendo a casa pasadas las diez, ocultándome bajo el paraguas a pesar de que apenas llovía, no fuera a encontrarme con alguien que me propusiera echar otra caña.

Compré unos libros en Picasso, visité la exposición de Juan Vida, recorrí la del Centro García Lorca y, tras la presentación de 'Malaventura', de Fernando Navarro… huí como alma que lleva el diablo. Ya en el Zaidín, arrastrándome bajo el peso de la mochila cargada de libros, sonreía como el Joker. No hay streaming que supla el cara a cara ni Metaverso de Facebook que sustituya el face to face. El universo virtual será más cómodo y productivo, pero prefiero el abrazo fraternal y el dolor de pies.

Publicidad

Regresaba fundido, pero con la retina impregnada de los colores de Vida y los personajes de Navarro susurrándome sus historias al oído. Caminaba mientras escribía este y otros futuros textos, porque nada me inspira como la realidad presencial. Eso sí: ¿qué hice al llegar a casa? Ver el tramo final del partido del CB Granada… en streaming. Porque yo soy yo y mis contradicciones.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad