Pepe 'El Tomillero' sigue a la espera de la vacuna que le toque y fiel a la cita semanal. En eso está mientras analiza cuanto se cruza en su camino a través de todos sus sentidos disponibles, los cinco que señalaba Aristóteles en 'De Anima' ... y la retahíla que han ido apareciendo hasta nuestros días, desde el de la propiocepción al de la nocicepción, el del hambre o la sed o el de la presión arterial, definidos por filósofos y científicos que los descubren, proponen y transmiten para el conocimiento humano y de la sociedad, aunque, a veces, pasen inadvertidos.
En ese análisis de lo que pasa estaba y, tras pensar lo justo, me plantea que, a partir de ahora, deberíamos usar el adjetivo presunto cada vez que nos vayamos a referir tanto a un supuesto político como a un supuesto periodista. Creo que nos haríamos un favor a nosotros mismos, porque lo mismo que no es oro todo lo que reluce, el que se diga político o periodista no siempre es dar seguridad de una profesión, porque ambas lo son y nadie trabaja gratis.
En estos días me ha llamado la atención en que salgan a la palestra presuntos periodistas a defender la libertad de expresión –cosa que debemos defender todos– y a renglón seguido los mismos presuntos se pongan a vociferar corporativamente en contra de los presuntos políticos que dicen o piensan lo contrario de ellos. Ya se ha dicho que el periodista tiene que abrir la ventana para ver si llueve y, si es así, decirlo, y si no llueve, decir que no llueve mientras que el político debe trabajar para facilitar el bien común.
Los antiguos decían que había cinco sentidos y que los periodistas eran el cuarto poder. Ni una cosa ni otra, como demuestra la ciencia conforme pasa el tiempo. El poder ha estado, está y estará en manos de unos pocos y periodistas hay un montón esturreados por todas partes, unos ejerciendo como tales y el resto a los que no hay más remedio que llamar presuntos y empezar a analizar si se confirma su profesionalidad. Basta con leer o escuchar lo que dicen –el resto de sentidos no hace falta tenerlos– y comprobar si cumplen, cuando trabajan con aquello del qué, cómo, cuándo, dónde y quién… y si luego apuran mucho preguntar por qué. Y es que, si queda en el olvido o el aire la respuesta a una sola de esas preguntas, la información nunca será exacta y, al no serlo la información, la opinión estará quebrada desde la base por falta o por ocultación de datos.
Es cierto que, como en botica, en ambas profesiones hay de todo, pero desgraciadamente cada vez hay más presuntos en ambas. Al menos esa es la sensación general. Políticos que mienten y no rectifican. Políticos que callan y se dejan dirigir. Periodistas que mienten y no se caen del burro y periodistas que callan y dejan de hurgar para encontrar la verdad. Por no hablar de políticos manipuladores y periodistas manipuladores. Por eso lo de anteponer el adjetivo presunto, a unos y otros hasta que se comporten con profesionalidad. Ni políticos ni periodistas deben mentir, callar, manipular y dejar de denunciar a los colegas que lo hacen.
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