Mis propósitos para este recién estrenado 2023 podrían haber salido de un sobrecillo de azúcar: «dedicarle más tiempo a lo realmente importante». O, a sensu contrario, «no perder tanto tiempo con lo accesorio». Estoy contento. Me siento algo parecido a un Master Zen, iluminado por ... la sabiduría. Cómo será la cosa que estoy pensando hacerme unas camisetas con el rollo…
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Creo que Luis Tosar dijo algo parecido en su trágico resumen del 2022 en RTVE, pero les juro que yo ya lo tenía pensado de antes, aunque en su voz, la cosa suene más intensa. Él hablaba de lo urgente, pero para el caso… «¿Qué es lo realmente importante y qué es accesorio?», podrían ustedes preguntar, llegados a este punto. ¡A ver! Seamos serios: aún tengo resaca y estoy deshidratado. No empecemos el año con tantas exigencias, por favor. Aún no he terminado de rumiar el balance del 2022 y ya estamos con la vorágine del 2023. En teoría, lo importante es eso que anotamos en la lista con los propósitos conducentes a alcanzar la mejor versión de nosotros mismos.
¡Toma ya! O al menos, nuestra versión más delgada, que siempre incluimos lo de hacer más deporte. También apelan a nuestro yo más políglota, con el rollo de aprender idiomas. En mi servilleta con los propósitos solo tengo apuntado «facturar mucho, leer más, disfrutar (así en general) y ver Indiana Jones V». No parece gran cosa, lo reconozco. Pero es que todavía no me he estudiado los especiales de revistas y periódicos con las tendencias del año, con las promesas y las amenazas del 2023. Los hay tan sesudos y minuciosos que dan ganas de plantarse a las puertas del 2024 para comprobar su nivel de acierto, como con la quiniela. Si es que todavía existe aquello del pleno al 15.
No hay originalidad alguna en lo de lo importante y lo accesorio. En la gravedad reflexiva del cambio de año, todos lo pensamos. Pero luego se quita la Pedroche su batamanta solidaria y se nos pasa. ¡Qué gran metáfora, ahí! Les confieso, bajando a lo terrenal, que también quiero viajar más. Viajar es síntoma de que hay saldo en la cuenta, salud en el cuerpo y una cierta seguridad ahí fuera. Cuando viajamos, el gran problema es perder una maleta o perder el tren. Mucho mejor que perder la razón, tal y como están las cosas. O la vida. Que «seguir vivos» tampoco es mal propósito, visto lo visto. Lo dicho. Salud y felicidad en este año nuevo, recién estrenado. Eso es lo que importa.
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