Privilegiados de otro tiempo
Huesos de aceituna ·
Estos días caemos en la cuenta de que no son pocos y pocas los que aún parece que vivan en plena década de los 40 o los 50 del siglo pasadojosé luis gonzález
Sábado, 6 de marzo 2021, 02:30
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Huesos de aceituna ·
Estos días caemos en la cuenta de que no son pocos y pocas los que aún parece que vivan en plena década de los 40 o los 50 del siglo pasadojosé luis gonzález
Sábado, 6 de marzo 2021, 02:30
En ocasiones caemos en la tentación de comparar nuestro país a otros de nuestro entorno –sin duda alguna más avanzados- como Alemania, Francia o Noruega. Pero es imposible hacerlo sin caer en la melancolía o en la irracionalidad más absoluta cuando pretendemos medir alturas a ... nivel económico o en cuanto a los estándares de igualdad efectiva y, por ende, el ancho espacio que ocupan las clases medias; porque en ese terreno nuestra distancia con respecto a ellos es ya, por desgracia, sideral. Así que, pretendo centrarme ahora en el parangón que, como sociedad, podemos hacer con respecto a esas naciones, cuyas democracias se asentaron tras las Segunda Guerra Mundial, si ponemos en solfa los privilegios de clase. Y no, tampoco busquen en esta pieza un ataque al sistema capitalista, por mucho que les distraiga el comienzo del siguiente párrafo.
Dejó Karl Marx para la posteridad el siguiente aserto: «Nadie combate la libertad; a lo sumo combate la libertad de los demás. La libertad ha existido siempre, pero unas veces como privilegio de algunos, otras veces como derecho de todos». Dicho de otro modo, como bien saben aquellos y aquellas que vivieron en el 'antiguo régimen', los privilegiados siempre fueron libres de hacer lo que les viniera en gana: divorciarse –lograr la nulidad matrimonial eclesiástica-, abortar –viajar al país en el que fuera posible restaurar la 'virtud'-, disfrutar de relaciones extramatrimoniales –sin que nadie se atreviera a hacerlas públicas-, 'pasar' del voto de castidad donde este fuera exigido, superar 'porque yo lo valgo' una oposición a cualquier alto cargo de la función pública o disponer sobre lo más íntimo de la vida de cualquier persona subordinada tan solo por haber accedido a un 'carguillo' o privilegio de medio pelo. Esto ocurría, entre otros motivos, porque hubo un tiempo, aunque a muchos jóvenes les parezca mentira, en el que no había libertad de prensa y, para la mayoría, la educación pública y gratuita solo daba para aprender las 'cuatro reglas'… y la sanidad, en lo que al vulgo concernía, ni para una Okal.
Pues bien, estos días caemos en la cuenta de que no son pocos y pocas los que aún parece que vivan en plena década de los 40 o los 50 del siglo pasado. Como privilegiados, claro. Fíjense en nuestra malhadada Familia Real: a las sucesivas e inquietantes noticias sobre la procedencia del patrimonio y las correrías amorosas del rey emérito, tenemos que sumar ahora la, en mi opinión, indecente vacunación de las infantas –si es que ya se las puede denominar así al haber sido formalmente apartadas de la Real Familia-, Elena y Cristina. Según algunos medios, se inyectaron el remedio contra la covid-19 en la segunda semana de febrero –saltándose todos los protocolos-, cuando fallecían en España alrededor de 700 personas diarias y la tasa de incidencia de la enfermedad superaba los 600 por cada 100.000 habitantes. Fue en un viaje a los Emiratos Árabes, supuestamente para ver a su padre, en el que también iba, y también se vacunó antes de lo que le hubiera correspondido, Félix Sanz Roldán, ex director del CNI. Otro privilegiado que hoy acoge Iberdrola. Curiosamente, el único que ha cumplido con su turno en este affaire ha sido precisamente Don Juan Carlos.
Pero dejemos a Marx y escojamos ahora a alguien más joven, como la exitosísima escritora de la saga 'Selection', la estadounidense Kiera Cass, que escribió en 'La élite' lo siguiente: «Y es que, como permitir que personas sin talento tengan privilegios desmesurados y poner cortapisas a las que podrían ser algunas de las mentes más brillantes del mundo simplemente por mantener un sistema de organización arcaico es cruel, y lo único que hace es impedirnos sacar lo mejor de nosotros mismos». Dónde quedan en esta reflexión gentes como las infantas, Cristina Cifuentes –todas condenadas menos ella, la principal beneficiaria de los actos delictivos que dieron lugar a su master-, Felipe González –quién sabe si el 'señor X'-, Rodrigo Rato –el de las 'tarjetas black'-, el Cid de baratillo –vividor, cuando se avergonzada de su verdadero credo, de un chiringuito de Esperanza Aguirre hasta que caducó… el chiringuito-, y tantos y tantas más…
Entonces, cabe que nos preguntemos: ¿cuándo nos pareceremos, aunque sea en el blanco de los ojos, a Alemania, Francia o Noruega? Respuesta: Cuando acabemos con los privilegios heredados de la cuna de nuestro nefasto pasado. En el Poder Judicial, en el Poder Legislativo y en el Poder Ejecutivo. Hoy, por ese orden.
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