Para los 'indignados', ni los partidos eran representativos, ni el modelo sindical había funcionado. Ellos, a su vez, fueron rechazados, con gran dureza, por la derecha, y, también, por la izquierda y los sindicatos. Asambleas enormes, durante varios días, reflexionaron sobre temas pendientes, en un ... proceso similar a la plaza pública ateniense. Tanta simpatía suscitó este movimiento, que, según el CIS, el 80% de los ciudadanos coincidía con sus propuestas.

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Para Ackerman, en la constitución viviente, hay ciertas ocasiones –«momentos constitucionales»– en los que el pueblo asume directamente la toma de decisiones en un diálogo colectivo. De hecho, la Constitución americana no podría entenderse sin los movimientos sociales, comandados por Martín Luther King y otros activistas.

Esta insurrección surgió a raíz de la crisis de 2008, y por las soluciones neoliberales aplicadas. Para los insurgentes, la crisis desnudó al emperador, pues un colapso del sistema, generado por bancos y especuladores, lo estaban costeando los más débiles –se les exigía «austeridad» y «flexibilidad laboral», eufemismos, de «pobreza» y «paro»–.

¿Qué nos queda de este movimiento? En marzo de 2014, a los tres años del 15-M, surgió Podemos. Su análisis de la realidad era certero, e impactó en la ciudadanía. Obtuvo en las elecciones generales de 2015, cinco millones de votos, 20,68%, y 69 diputados. Hoy, coaligado con IU, su fuerza empieza a declinar, y, su presidente, Pablo Iglesias, acaba de abandonar la política.

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¿Qué errores se cometieron tras el 15-M? Se pecó de soberbia. Los seguidores de este movimiento, despreciando a los partidos tradicionales, despreciaron también la transición política, basada en el diálogo y en la cesión de todos, pensando que ellos tenían mejores soluciones, y, sobre todo, eran más puros.

Se pecó de prisa. Los líderes de Podemos, tras los resultados de 2015, entendieron que el cielo estaba a su alcance, y descuidaron a sus bases. Llegaron a convertirse en un gran gigante con pies de barro, pues sus organizaciones locales, comarcales y autonómicas eran muy débiles. Además, si la seña de identidad del movimiento había sido el debate público, eso falló en la práctica. De los fundadores de Podemos, ya no queda ninguno, debido a las luchas personales y territoriales internas.

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Volvieron a ser la izquierda tradicional, que habían criticado –de ahí su unión con IU–, renunciando a la transversalidad. Esa solución les impidió acuerdos con otras fuerzas políticas. Los dos partidos que venían a transformar la vida pública, mediante el diálogo (Podemos y Ciudadanos), terminaron vetándose entre sí y vetando a casi todos los demás. Se les olvidó que el 15-M era la concentración de todo un pueblo que exigía otra política.

¿Qué ha conseguido el 15-M? Aunque el modelo neoliberal sigue vigente, y la situación socioeconómica del país no ha mejorado –bien es cierto que la crisis de 2008 y la tremenda pandemia actual no lo han propiciado–, la calidad democrática, la transparencia, la participación, el rendimiento de cuentas o la lucha contra la corrupción han mejorado enormemente, sobre todo en los ayuntamientos. Sin el 15-M no se explicarían las tres causas abiertas contra el Rey Juan Carlos, o que su yerno o Rato estén en la cárcel. Este país no es el mismo, pero tampoco es el que nos gustaría.

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