Racismo
Ad líbitum ·
El espectáculo que hemos presenciado, más que una defensa a las personas de color, es el pretexto para desgastar electoralmente a Trump.Javier Pereda
Viernes, 12 de junio 2020, 00:24
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El espectáculo que hemos presenciado, más que una defensa a las personas de color, es el pretexto para desgastar electoralmente a Trump.Javier Pereda
Viernes, 12 de junio 2020, 00:24
La muerte del afroamericano George Floyd por un policía blanco ha desatado las iras de los movimientos racistas. Éstos no consideran suficiente que el policía ... tendrá un juicio justo. Cualquier persona normal reprobará que para reducir a un presunto delincuente haya que asfixiarle, sea de la raza que sea. El reconocimiento de la dignidad que tiene toda persona humana, ya sea hombre o mujer, joven o anciano, rico o pobre, blanco o negro, concebido o nacido, es un signo y avance de la civilización. Ésta, a lo largo de la historia, ha mostrado notables progresos y en ocasiones también decepciones. Una defensa a ultranza de los derechos del hombre, puede llegar a desnaturalizarlos; porque siguiendo la máxima clásica de 'in medio virtus', una aplicación extrema puede convertirse en una injusticia («summum ius summa iniuria»). Esto se produce cuando los infectan las ideologías.
El marxismo cultural se ha reinventado adueñándose del feminismo, la ideología de género, el fundamentalismo religioso o el racismo. Ha llamado la atención que un hecho acaecido en Mineápolis se haya difundido de forma tan eficaz y organizada por las principales ciudades del mundo, incluso hasta llegar a Madrid y Barcelona. El movimiento internacional 'Black Lives Matter' ('Las Vidas Negras Importan') ha encontrado en Floyd una excusa para su activismo, convirtiendo la anécdota en categoría. Parece desmesurado que durante dos semanas le hayan otorgado a esta víctima unos funerales de Estado; su familia ha conseguido mediante un crowdfunding (de artistas de Hollywood o el boxeador Mayweather) más de 13 millones de dólares.
Es tal el poderío económico que les sustenta que han conseguido retirar por racista de la plataforma HBO, después de 80 años, una de las mejores películas: 'Lo que el viento se llevó'; ¿qué diría de esto Clark Gable, Vivien Leigh, Leslie Howard u Olivia de Havilland? Se prejuzga que el policía arrebató la vida al delincuente de color, por pertenecer a una raza inferior. Pese a que en EE UU la enmienda 13 de la Constitución decretaba la abolición de la esclavitud en 1865, siempre ha existido cierta sospecha de discriminación con las personas de raza negra.
No obstante, en el país de las libertades, el sueño americano ha llevado a que cualquier persona, como Obama, pueda lograr ser presidente. Las estrellas de color han contribuido a esa igualdad real; Morgan Freeman espetaba: «No me llames hombre negro, si no quieres que te llame hombre blanco». Tampoco se puede negar la realidad sociológica: las personas de color se quitan la vida entre ellos, cinco veces más que los blancos entre sí; la diferencia de asesinatos entre distintas razas es nueve veces mayor en los primeros. Se podrá argüir que la causa de estos resultados es precisamente la discriminación social de los afroamericanos, aspecto que no lo justifica. El problema que subyace en estas reivindicaciones globales es su marcado tinte ideológico; éste, al mezclarse con intereses espurios, le hacen perder credibilidad, hasta convertirse en un instrumento de la manipulación.
Detrás de estos movimientos (racismo, feminismo, género) existen muchos intereses ideológicos y económicos, encaminados a establecer una nueva gobernanza mundial. Siendo grave la muerte de una persona de forma injusta —cualesquiera sea su raza—, aprovechar esta circunstancia para visibilizar actuaciones violentas globales, a las puertas de unas elecciones, denotan claros intereses políticos. El espectáculo que hemos presenciado, más que una defensa a las personas de color, es el pretexto para desgastar electoralmente a Trump.
Las revueltas sociales que han protagonizado la izquierda norteamericana lo delatan: en el estado de Virginia han lanzado al mar una estatua de Cristobal Colón, en aras de un revisionismo histórico anacrónico y una falaz Leyenda Negra; cuando el descubrimiento de los españoles supuso un mestizaje maravilloso, siendo las Leyes de Indias los antecedentes de los actuales Derechos Humanos; parecida suerte ha corrido una imagen de Abraham Lincoln, pese a ser uno de los artífices de la abolición de la esclavitud, con una pintada obscena: «El racismo es una pandemia»; o en Londres han destrozado una estatua de Winston Churchill, que no puede decirse que fuera precisamente cómplice de Hitler. Todas ellas, son expresiones del marxismo cultural de unos magnates de multinacionales que propugnan un cambio ideológico mundial. Se cumplen las predicciones del filósofo francés Alain Finkielkraut: «Este siglo estará marcado por la religión y el racismo».
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