Si hay una cosa que está bastante clara para las personas que están en política, es que jamás se puede mentir a nadie por tratar de aferrarse al sillón y mucho menos cuando se produce una catástrofe como la que se ha producido en Valencia, ... en la que los muertos se elevan a más de doscientos con algo más de una decena de desaparecidos todavía, y tenemos al presidente de la Generalitat Valenciana inventando cada día un cuento para tratar de justificar lo injustificable para así tapar su nefasta gestión de la DANA, antes, durante y después de ella.
Publicidad
La mentira en política ha sido un tema recurrente a lo largo de la historia. Desde líderes que prometen cambios revolucionarios que nunca llegan, hasta manipulaciones abiertas de la verdad para justificar la gestión o decisiones controvertidas. El acto de mentir en la esfera pública plantea preguntas éticas, prácticas y culturales. En muchos casos, la mentira es utilizada como herramienta estratégica. Los políticos, al igual que los publicistas, moldean su discurso para obtener beneficios específicos, como ganar elecciones o mantener el poder. Esto puede implicar desde promesas exageradas hasta la omisión deliberada de información. Por ejemplo, se ha documentado cómo algunos líderes utilizan datos manipulados para convencer a los ciudadanos de que una política es más efectiva de lo que realmente es. Este tipo de mentira no siempre se percibe inmediatamente, lo que dificulta la rendición de cuentas.
El uso de la mentira en política tiene consecuencias profundas. En el corto plazo, puede generar apoyo popular o resolver una crisis, pero a largo plazo erosiona la confianza pública en las instituciones. Cuando los ciudadanos descubren que han sido engañados, el descontento puede llevar a protestas, desobediencia civil o el surgimiento de movimientos populistas que prometen acabar con el sistema corrupto. Esto crea un ciclo de desconfianza y polarización, donde cada bando acusa al otro de mentir, mientras la verdad se convierte en una cuestión de perspectiva.
En la actualidad, las redes sociales han amplificado el impacto de las mentiras en política. Las 'fake news' y la desinformación pueden viralizarse en minutos, influenciando elecciones o movimientos sociales enteros. Además, la fragmentación de los medios hace que las personas consuman solo la información que refuerza sus creencias, dificultando aún más la corrección de falsedades. Sin embargo, también ha aumentado la capacidad de los ciudadanos para investigar y desmentir información en tiempo real, creando una paradoja: nunca ha sido tan fácil mentir, pero tampoco ha sido tan fácil ser descubierto.
Publicidad
La pregunta clave es si las mentiras en política son siempre condenables. Algunos argumentan que ciertas falsedades pueden estar justificadas si buscan evitar un mal mayor. Por ejemplo, en situaciones de calamidades o crisis nacional, ocultar información podría salvar vidas. Sin embargo, esta línea de razonamiento es peligrosa, ya que abre la puerta a abusos y autoritarismo, porque, aunque la mentira puede ser útil en el corto plazo, su costo para la democracia y la cohesión social es alto. Construir un sistema político más transparente requiere no solo líderes honestos, sino también ciudadanos críticos y comprometidos con la verdad.
Es por ello por lo que cuando a un político se le descubre la mentira, debe inmediatamente retirarse de la vida pública y dedicarse a otra cosa, puesto que la mentira no tiene cabida en la política.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.