Llegué a Melilla en noviembre de 2011 y residí allí (con una interrupción entre julio de 2015 y marzo de 2016) hasta julio de 2018, siempre trabajando como periodista. He vivido y cubierto varios procesos electorales. Y tengo que decir que ese halo sobre supuestos ... fraudes electorales por el voto por correo, que en los últimos días ha saltado a la prensa nacional, fue algo que me sorprendió al inicio, pero que terminó convirtiéndose en una especie de música de fondo que resultaba habitual. Uno sabía que cuando arrancaba una campaña, se hablaría de esa supuesta compra de votos. Parece mentira, pero créanme que de eso se hablaba. Sin ser yo quien pueda afirmar cuánto de realidad había en aquel runrún.
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Que 'se cambiaban' votos por dinero (entre 50 y 100 euros recuerdo yo) o con un puesto en un plan de empleo era un rumor que se sentía siempre en la calle. Que el porcentaje de voto por correo era más alto que la media del país era una realidad constatada. Y que hubo quien bromeó cuando Coalición por Melilla (CpM), en mis tiempos principal partido de la oposición y ahora mayoritario en el Gobierno, inauguró su nueva sede frente a la oficina de Correos de la ciudad, tampoco es algo que suene ajeno a cualquiera que haya pasado por allí.
Por eso, ahora desde la distancia que da el tiempo y los kilómetros, leo con interés todas las informaciones que abren los diarios. Con interés, pero sin una sorpresa excesiva. El presidente de Coalición por Melilla, Mustafa Aberchán, no es candidato a las elecciones municipales del domingo. Y no lo es porque está inhabilitado por una condena por el 'caso voto por correo' de 2008, en el que también fue condenado un exsecretario general del PSOE local.
Ha habido más casos en torno a los que ha planeado la sospecha. En 2015, el número 6 de las listas del PP de Melilla dimitió después de que saliera a la luz un vídeo en el que presuntamente coaccionaba a unas personas para que emitiesen su voto en una determinada dirección. En ese mismo proceso electoral, CpM denunciaba públicamente que un miembro del PP local había entregado un taco de sobres de votos en la sede de Correos.
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PP y CpM se han acusado mutuamente de irregularidades de este tipo en muchísimas ocasiones. Y los periodistas locales terminamos acostumbrándonos a esas dinámicas en las ruedas de prensa de cualquier campaña electoral. Como a los problemas por la tintada del color de los sobres y las papeletas (el que haya cubierto una campaña allí, sabe a lo que me refiero).
Por eso ahora, desde la distancia, hay una parte de mí que desde luego se alegra de que todo eso que tenía tanta apariencia de irregularidad se esté investigando. Pero reconozco que no me sorprende y que en cierto modo me apena que esta ciudad, tan pequeña como desconocida y tremendamente peculiar, sea una vez más titular de portada por un asunto oscuro.
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La realidad de Melilla es excepcional y desde ese lugar hay que analizar todo lo que allí sucede, sin que, por supuesto, eso sea una justificación para ningún tipo de irregularidad.
Ojalá, eso sí, el hecho de que esté en el foco sirva para que nunca más vuelva a ser música de fondo que haya un runrún en la calle que haga referencia a un fraude electoral en una ciudad que necesita, puede que aún más que otras, tener a los mejores gestores en sus instituciones. Porque a Melilla hay que conocerla y quererla (bien) para gobernarla como se merecen todos los que residen allí.
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