Recuerdos de Melchorito

Bueno, Melchorito, luego cuando salgamos del bar del CEU nos pasaremos por Patria a ver cómo Eduardo ha pensado endosarnos el reportaje del domingo más 'complicado' y después pensaremos en Madrid, porque tú tienes una vocación invencible por que nos vayamos a Madrid. Ya tienes buscado el piso en la calle Alcalá, mejor dicho, la habitación en la calle Alcalá. Después me presentarás a Jaime Capmany y yo sufriré cómo pueda a Fernández Gaitán y luego tú querrás irte con Emilio Romero, que fue para mí emblema y guía impensable en aquel tiempo para trabajar en Pueblo. Tus idas y venidas y nuestras bodas entre medio, pero siempre el cariño inmenso de quienes fueron compañeros y sobre todo amigos.

 Cuando venías de Roma siempre hacíamos algo juntos, como repasar la medicación que tú tenías para tu pelo decreciente y yo para mis miles de males y hablar y hablar y hablar y soñar, soñar, con un paraíso que estaba por ganar cuando te hicieron director de IDEAL. Me ofreciste la columna que firmaba con el nombre de mi tío Jofre. Y cuando venías a Madrid nos reuníamos también a comer. Lo mejor, querido Melchorito, fue cuando me nombraron a mí poco después director de Patria. Eras mi mejor asesor, el más leal. Nos liamos a comer y me decías que debería tener cuidado con tal o cual cosa. 

Siempre me preguntaba por qué me complicaba tanto las cosas y recuerdo que en el fondo te gustaba que yo abriera y cerrará periódicos en esa tierra mientras los alternaba con Almería, Madrid, Palma de Mallorca... Siempre estabas y siempre estarás, por eso hago mío el verso, que decía más o menos, el recuerdo es el paraíso del que nadie podrá expulsarlo. Ni siquiera el paraíso Granada. Me has jodido y tengo el alma rota y me acuerdo de Miguel Hernández, que repetiría aquello tan manoseado de se me ha muerto del rayo.

Melchor ha sido un hito importantísimo en la historia de esa ciudad y de esta provincia nuestra. Pero, sobre todo, ha marcado una raya imborrable en mi alma. Te quiero.