No hay semana que no sea loca en la política española. A este baile de despropósitos nos han acostumbrado, y si nos falta este circo es como si el cielo nos cayera encima. La última timba se juega desde el pasado día 10 y tendrá ... su hito en las elecciones madrileñas del próximo 4 de mayo.
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Del lío de Murcia sabemos que provocó un tsunami de creciente intensidad que está desangrando a los de Arrimadas (Cs), nada extraño en los efímeros partidos centristas de España (UCD y CDS, 'memento mori', y no quisiera ser agorero). A lo que iba. Una vez sofocada la artimaña de PSOE y Cs para descabalgar al PP murciano, y vistas las maniobras ulteriores de unos y otros, francamente, a mi todos me parecen marcianos. Y estos políticos marcianos me recuerdan a algunos compañeros de bachiller con los que –creo- comparten genotipo los actuales prendas y peritos del desgobierno. De ahí la comparativa que propongo. (Disculpen que no traiga ahora todo el muestrario, pues el catálogo es amplio y haría falta enciclopedia para retratarlos a todos). De modo que hoy reduciré el bestiario hasta donde alcance la columna.
Del bachillerato también recuerdo a un profesor que, cuando los chavales andábamos alborotando, repetía esta frase: 'Quien con niños se acuesta, meado se levanta'. Y rememoro la frase porque uno de los especímenes que refiero, el extinto vicepresidente Iglesias, viene que ni pintado para este aforismo. Él –de natural pueril- como sujeto activo de la micción y el doctor Sánchez como sujeto pasivo de la faena. De hecho, el doctorcito lleva algún tiempo disfrutando en sus carnes de gobernar en comandita con agitadores infantiloides que, por mucho moñete y mucha cara de Lenin que pongan, de gestionar nada de nada. Tipos que se dan buena maña en no dar palo al agua –eso sí- coreando lemas adolescentes entresacados de ideologías desfasadas que la historia ha ido poniendo en su sitio.
Así, el extinto vicepresidente me recuerda a un compañero que tuve en bachillerato, un tipo extremista y faccioso que iba de graciosillo y que cuando aparecía en el aula era el rey del golpe de efecto. Como digo, el chaval venía a clase cuando se le antojaba y entonces la liaba. No es que fuera tonto, ni tampoco un lince, era sencillamente un jeta. Y como currar –lo que se dice currar- curraba poco, todo lo fiaba a su desparpajo y a la chequera de su padre, dueño exitoso de un desguace cercano a la capital. Aquel bolchevique colegial aparcaba donde los profesores su Alfa Romeo Spider, y luego hacía su entrada triunfal en clase mofándose de quien se le ponía por delante, ponía los pies en el pupitre y desde allí arengaba a un motín que él dirigiría desde su casoplón.
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Personajes así se reencarnan y tienen clones en estos políticos profesionales que ahora manejan el cotarro. Lo curioso es que estos electrones poco aseados tienen su público, incluso femenino. Estos farsantes van de alternativos, pero son solo pijos disfrazados de contestatarios.
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