El reino de los todólogos
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Los todólogos son los enterados de siempre, pero que se han vestido de prosapia, viven del 'show', de la 'audiencia'Una periodista preguntó a José Saramago que por qué, tras su primera novela, dejó de escribir durante 20 años. El premio Nobel portugués le respondió: «No tenía nada que decir». Recuerdo la anécdota mientras pienso que la socrática frase de «sólo sé que no sé ... nada» se ha convertido en un anacronismo en esta época donde abundan los todólogos, esas personas que creen saber de cualquier asunto. Especialmente proliferan en épocas de crisis, como la que estamos padeciendo. Los todólogos constituyen una raza de individuos que de algún modo alardean de que saben de todo, que creen que lo saben todo y que opinan sobre todo lo habido y por haber. La palabra todología no existe en el diccionario de la Real Academia de la Lengua aunque sí la definición de todólogo o todóloga. Tal vez sea porque la todología es una aspiración y no una sustantividad. Ahora estos sabelotodo están jaleados desde los medios de comunicación, especialmente las tertulias televisivas, las redes, y otros escenarios de 'reflexión'. Son los referentes de una ciudadanía que se alinea en una u otra bancada creyendo a pie juntillas que lo que representa y habla una u otra es el canon. Bandas que se representan crispadas siempre polarizadas (artificialmente). Cada día es más difícil encontrar espacios de reflexión que sirvan para mejorar la percepción del ciudadano sobre temas trascendentales. El ruido, la irritación, la interrupción y el solapamiento de unos a otros, el no saber escuchar, es una constante en la discusión, que silencia cualquier intento de una verdadera profundización. Lo que vende es el maniqueísmo y la fricción permanente. Los debates se pierden en la inanidad, en un revoltijo de frases inconclusas, de conceptos intransigentes... La sociedad, adiestrada en la banalidad no quiere sino pensamiento fácil y menudencia. El despropósito llega al extremo de que quien es más educado y ponderado es arrollado por los especialistas de la barahúnda. Y me acuerdo del aforismo atribuido a Leonardo da Vinci: «Quien de verdad sabe de qué habla, no encuentra razones para levantar la voz».
Los todólogos, son los enterados de siempre, pero que se han vestido de prosapia, viven del 'show', de la 'audiencia' y saben que la impertinencia y la prepotencia son más efectivas que la reflexión y la educación. La verborrea, la arrogancia, el estar en la refriega permanente son su mejor aval. Subirse a una tribuna visible (como una tertulia mediática) les garantiza el estar en otros estrados, porque la emulación por nuestros pagos da mucho rédito.
Y mientras, no le damos el valor que merecen a los verdaderos analistas, a expertos que conocen en profundidad un tema concreto y que buscan hacer un esfuerzo didáctico y de síntesis para un mejor entendimiento de aquellos que les ven, leen, escuchan. Además, son personas que hablan y debaten de lo que saben, pero que declinarán emitir opiniones aseverativas sobre algo de que no conocen con la profundidad necesaria. Y es que además saben, y deberíamos de saber, que el diálogo no comienza con un acto de decir, sino con un acto de escuchar, como defiende el antropólogo Gennaro Cicches.
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