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Cuando en 2021 Pablo Iglesias dejó la vicepresidencia del Gobierno para postularse a la Comunidad de Madrid como contrincante de Ayuso cometió dos errores: el ... primero, pensar que darle las llaves del cortijo a Yolanda Díaz le permitiría seguir manejando desde la sombra; el segundo, pensar que podía desbancar a una populista como Ayuso, que es como Milei, pero sin médium que la comunique con perros difuntos y con un estratega tan brillante como Miguel Ángel Rodríguez manejando los hilos desde atrás. De ahí que asumiera tan mal el guantazo apoteósico de los votantes que lo mandó directo al chalé de Galapagar, compuesto y sin cargos.
Ahí descubrió que Yolanda ya volaba sola y que, golpe a golpe, pretendía desdibujar a su cohorte de seguidoras tipo Belarra/Montero para conformar un modelo propio. Era matar al padre o morir ipso facto, y de esa voluntad surge Sumar, el totum revolutum que ha dejado a los morados la clara conciencia de que les han robado el espacio aquellos a los que auparon para tomar los cielos por asalto. Da igual que eso fuera un imposible que sólo Iglesias, Monedero y Errejón –curiosa tríada–) se creyeran en algún momento.
Lo que se dirime ahora es cómo mantener de alguna forma el poder minúsculo, que es lo mismo que unos pocos sillones desde los que seguir elucubrando absurdos y evidenciando sus perpetuas contradicciones internas que, curiosamente, airean ellos mismos; siguen sin entender que, en cualquier grupo ideológico serio con voluntad de ser gobierno, los trapos sucios, las traiciones y los navajeos, se ventilan dentro de casa. De puertas para afuera todo deben ser abrazos, sonrisas y puños en alto. De ahí que Sumar se haya convertido progresivamente en la 'Casa de Tócame Roque', donde las riñas entre los convivientes –Yolanda, Belarra, Montero– y la disputa por la propiedad sean una constante cotidiana que avergüenza a quienes en algún momento pensaron que la utopía podía ser aplicable a la realidad, pero no sorprenden a quienes conocen a los mandamases. Porque aquí quienes han perdido toda esperanza son las bases mientras los otros acaban de jugar a fusionar aquel festival hippie de Woodstock con 'Juego de tronos'. El resultado, claro, es esta disolución que ahora se explicita un poco más con la candidatura de Irene Montero para las elecciones de 2027. Estaba claro que tendría consecuencias traicionar el camino marcado por Iglesias, el teórico Pigmalión de Yolanda, reconvertido ahora en tabernero de día, comunicador de noche y azote de Sumar a todas horas. Y en medio de ese caos de fragmentación y desamparo, Yolanda sobrevive sustentada precariamente por un tejido orgánico inconsistente que funciona a golpes de filias/fobias y donde se desconoce lo que implica actuar como grupo político estructurado, con una idea clara de lo que quiere que sea España. Lo que queda de Podemos/Sumar supone un paréntesis en la izquierda española, una efímera reactualización de lo que fueron en su momento el PCE o IU, pero con menos dignidad y estética. Sólo que sean la herramienta para la supervivencia del gobierno Sánchez les da algún oxígeno. Pero el final está claro: desvanecerse hasta convertirse en el más acabado fruto de la irrelevancia.
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