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Puerta Real

El siglo de Miguel Rodríguez-Acosta

Epicentro de tantos encuentros, es el ultimísimo que se va de una generación difícilmente repetible

Domingo, 5 de enero 2025, 22:39

Blanco de cal mientras el tiempo se aposenta en la estatua de Venus; enérgico amarillo de sol desbaratando las tardes de invierno; verde de cipreses proyectado en el agua del estanque; también azul, bandera de paciencia, un recuerdo de infancia y un soplo de cielo ... alborotado. Y, una pizca de sombra simbolizando el enigma, lo inesperado en el Mauror, a los pies de la Alhambra misteriosa. Ese es mi primer recuerdo del Carmen Blanco hace más de dos décadas: una insospechada maravilla encaramada en la ladera de una tarde de junio, mirando frente por frente a la sierra donde las últimas nieves resistían las primeras algaradas del verano. Estábamos acabando la visita cuando me dijeron: «Ven, que quiero que conozcas al espíritu que alumbra este lugar extraordinario»; y así, en el centro del color que era su estudio nos encontramos a Miguel organizando concienzudo sus pinceles, los cuadros desbordados en el suelo, sobre la mesa, colgados en paredes; mientras, la paleta, no agotaba nunca su plenitud de tonos imposibles: añil, magenta, naranja, turquesa o bermellón. Y, en el caballete, un lienzo medio terminado esperaba la delicadeza de los últimos trazos que delimitarían la abstracción lírica arraigada en el paisaje, esa interpretación emocionada y sensible de colores y formas tan características de la pintura de Rodríguez-Acosta.

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