Ayer fue el Día Internacional del Turismo y pasé la mañana en el Centro de Formación Profesional La Inmaculada, invitado a participar en una jornada de reflexión sobre el lema de este año: 'Repensar el turismo'. Fue productiva, interesante y reveladora. Francisco Tamarit y el ... incombustible e incansable Nicolás Sánchez Chica condujeron la charla con maestría y plantearon temas que nos hicieron darle al bolín –y a la lengua– a Juanma Agrela, Ignacio Fernández y a un servidor.
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Aproveché para volver a hojear 'En defensa del viaje', un opúsculo publicado en plena pandemia por Tony Wheeler, el mítico fundador de las guías Lonely Planet, subtitulado 'Por qué seguiremos viajando y lo haremos de otra manera'.
Wheeler reivindica una frase de Susan Sontag que hago mía: «No he estado en todas partes, pero las tengo en mi lista». Ojo, que tiene una carga de profundidad que va más allá de lo aparente. Porque ese 'en todas partes' significa dos cosas: que cualquier sitio es susceptible de ser visitado y que no tiene por qué estar necesariamente lejos.
Como la jornada estaba enfocada a la cuestión de la gastronomía, hice alarde de mi Poder Viejuno y rememoré algunos viajes de mi juventud en los que el beber y el comer desempeñaron un papel esencial, empezando por mi visita al que está considerado el pub más antiguo del mundo, The Brazen Head, en Dublín, que lleva sirviendo cerveza desde el año 1198. Como bien dijo una de las alumnas de La Inmaculada, uno de los motivos principales de mi visita a Irlanda eran sus pubs. Los históricos. Y los modernos. En los que había música en vivo cada noche –la mayoría– y los literarios, como el South's Pub de Limerik, tan vinculado a 'Las cenizas de Ángela'.
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Volviendo a Sontag y sus 'todas partes', defendí que debemos ser viajeros en nuestra tierra. Levantar la vista de la cota-escaparate, en afortunada expresión de Ricardo Anguita. Y recordé aquella mítica frase de una vecina de Vélez de Benaudalla, hablando sobre el fastuoso Jardín Nazarí veleño: «He visto antes los jardines de Versalles que los de mi pueblo».
Viajar al quinto pino, cuando se puede, está muy bien y es formativo y enriquecedor. Pero de vez en cuando hay que ponerse las gafas de viajeros románticos y patearse nuestra provincia, con tantos tesoros por descubrir. Porque aquí también están las 'todas partes' que reivindicaba Sontag.
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