República
Ad Líbitum ·
El denominado 'Lenin español' lo tenía claro: «Habrá soviet en España, en cuanto caiga Azaña. Lenin predijo que España sería el segundo Estado soviético de Europa»Ad Líbitum ·
El denominado 'Lenin español' lo tenía claro: «Habrá soviet en España, en cuanto caiga Azaña. Lenin predijo que España sería el segundo Estado soviético de Europa»Con el 90 aniversario de la Segunda República española, algunos nostálgicos han reivindicado aquel régimen. Para el presidente Sánchez representa un: «Vínculo luminoso de nuestro mejor pasado»; para Rodríguez Zapatero constituía «la base de la actual democracia». Según el historiador hispanista Stanley G. Payne, el ... régimen del 14 de abril de 1931 fue acogido con júbilo, después de la Dictadura de Primo de Rivera y la indefinición del rey Alfonso XIII. La alta participación en esas elecciones municipales fueron un plebiscito para desencadenar la solución republicana. Las elecciones constituyentes que ganaron los socialistas y republicanos, impidieron confeccionar una Constitución de consenso, porque era de izquierdas: se declara un Estado laico y se disuelve las órdenes religiosas, lo que motivó la dimisión Niceto Alcalá Zamora y Miguel Maura, ambos católicos; Azaña presentó la ley de Defensa de la República: un blindaje antidemocrático que cercenaba las libertades. En el bienio social-azañista se abordan las reformas del ejército y la agraria; también se concede un Estatut a Cataluña, reconduciendo las pretensiones soberanistas de Francesc Macià. Hubo oposición de los monárquicos 'alfonsinos' y de la izquierda radical de la FAI-CNT y PCE; pero tanto las insurrecciones anarcosindicalistas como la 'Sanjurjada' de 1932 fueron sofocadas.
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En el bienio radical-cedista, la CEDA, la agrupación católica de Gil Robles, forma gobierno con los republicanos de Lerroux; se funda la Falange de Primo de Rivera y el Bloque Nacional de Calvo Sotelo. En las elecciones de 1936 logró gobernar el Frente Popular (socialistas, comunistas y otros partidos), en un ambiente social violento, como el de octubre de 1934. Dos días antes de que se aprobara la Constitución sin referéndum, el filósofo republicano José Ortega y Gasset pronunció un discurso premonitorio: «¡No es esto, no es esto! La República es una cosa. El radicalismo es otra. Si no, al tiempo». El republicanismo nacía herido, como así denunció la Agrupación de intelectuales al servicio de la República: Gregorio Marañón, Ramón Pérez de Ayala, Giner de los Ríos, Miguel de Unamuno... Esta visión hemipléjica de la democracia llevó a la creación de un Frente Popular y a una guerra civil de tres años, con un alzamiento que se gestó con la deriva totalitaria del republicanismo. Andrés Trapiello comenta lo acaecido: «Franco dio su golpe de Estado el 18 de julio porque Largo Caballero no pudo darlo el 17».
Valle-Inclán y Concha Espina denunciaron que: «España sufre ahora la dictadura socialista». Un testigo autorizado fue el presidente de la República en el exilio, Claudio Sánchez Albornoz, que criticó a Azaña: «Su falta de agallas para restaurar el orden público, cayera quien cayera». Éste le confesó: «La guerra está perdida, absolutamente perdida. Pero si por milagro se ganase, en el primer barco que saliera de España tendríamos que salir los republicanos, si nos dejan, porque el poder quedará en manos de los comunistas». De uno de los principales responsables de la guerra fratricida, Largo Caballero, dijo: «En 1933, tras la victoria electoral derechista, los socialistas no se resignaban democráticamente a la derrota».
El denominado 'Lenin español' lo tenía claro: «Habrá soviet en España, en cuanto caiga Azaña. Lenin predijo que España sería el segundo Estado soviético de Europa». Tampoco le anda a la zaga Indalecio Prieto: «Los socialistas nos comprometemos a desencadenar la revolución». La recién homenajeada en el Congreso, Clara Campoamor, del Partido Republicano Radical, promovió que las mujeres votaran por vez primera en 1933; en contra de las socialistas Victoria Kent y Margarita Nelson. Esta política hizo autocrítica honrada: «El Gobierno republicano tomaba deliberadamente la decisión más grave para el país. Dejándose arrastrar por los socialistas el Gobierno entregó la España republicana a la anarquía».
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Hasta el mismo George Orwell, entonces trotskista del POUM, tuvo que huir por recibir la NKVD órdenes de Stalin de eliminarlo, al competir con los pro-soviéticos PCE y PSUC: «No era una guerra civil en defensa de una democracia; era el comienzo de una revolución».
Por eso, pese a los aparentes ideales democráticos de la República, sólo desde la ignorancia o el sectarismo se puede reivindicar este fallido régimen, que desembocó en una guerra civil, de la que el partido socialista fue responsable. Cervantes (Quijote, I,2) sostiene que la historia es «ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir». Porque con Santayana: «Aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla».
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