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Para resucitar no es necesario estar previamente muerto, 'stricto sensu'. Vale con haber estado alertado, cuajado, escarchado o zombi perdido. Por eso, este domingo tiene ... una significación especial. Sobre todo porque mañana se acaba el asueto de la Semana Santa y, una vez finalizada la música de tambores y cornetas, con el aire todavía oliendo a incienso y la cera aún repegada en las calles, toca volver al tajo.
Las semanas pasadas fueron pródigas en noticias prometedoras para el futuro de Granada, capital y provincia, y, aunque la prensa nacional y hasta algún medio internacional se hayan hecho eco del tema de la tapa, ya bien explotado, son otras cuestiones las que deberían centrar la conversación pública y el debate ciudadano, del tema ferroviario al Pacto de los Mártires firmado el Lunes Santo.
Como les decía hace unos días, la clave de ese Pacto es que sus logros y avances puedan ser fiscalizados casi en tiempo real. Para eso, una vez firmado el acuerdo de mínimos, hay que bajar el balón al suelo y ponerle nombre y apellidos a la alineación que jugará cada partido. Es necesario tener claro quiénes son los organismos y personas encargados de darle contenido concreto y práctico a lo que ahora mismo es una prometedora e ilusionante declaración de principios con la que es fácil que todo el mundo esté de acuerdo.
Y falta por conocer, también, la comisión encargada de velar por el cumplimiento de los hitos suscritos en el Pacto. Todo esto me recuerda al célebre aforismo de Romanones, tan reivindicado por los administrativistas: «Haga usted las leyes que ya haré yo los reglamentos».
Hoy es Domingo de Resurrección y no quiero ponerme tremendista, pero sí es cierto que Granada se va sacudiendo el aletargamiento producido por dos años de desconcierto pandémico y desgobierno municipal en el que el fuego amigo y las rebatiñas internas, aventados por los pactos muñidos por el ya olvidado estratega murciano del PP, en nada ayudaron a nuestra ciudad.
Domingo de Resurrección y no sabemos si todavía de reflexión de Moreno Bonilla, que está pesadito de más con lo del adelanto electoral. Lleva tantas margaritas deshojadas que su indecisión está poniendo en riesgo la mismísima continuidad de la especie. Aburridos nos tiene con el tema. Y de los nervios al pobre Juan Marín, sin acomodo en la fallida casa común de la derecha (moderada) y en riesgo de ni siquiera sacar un acta de diputado con los rescoldos de Ciudadanos.
Pero Granada no está ahora en eso. De la victoria más o menos amplia de Moreno Bonilla no duda ni Luis Salvador, el paladín más beligerante de los espadistas nazaríes. Paladín virtual, quiero decir.
Granada quiere ser dueña de su propio destino, por fin, y va a pelear por una serie de proyectos concretos muy bien elegidos y mejor dirigidos, con sentido, de la Inteligencia Artificial y el Acelerador de Partículas al sector biosanitario y las energías renovables, sin olvidar el turismo y la cultura, faltaría más. El propósito es dejar estos temas al margen de la discusión política y del partidismo más empobrecedor. Ojalá sea posible de una bendita vez.
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