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Sí, quiere

Rosa Palo

Martes, 9 de abril 2024, 23:11

Ir por la calle abierta de ojos es peligroso: te puede dar por detener a la gente por las pintas que lleva. Y más en primavera, cuando ya no hay forma de recurrir a la buena capa que todo lo tapa. Vale, tú vas hecha ... un cuadro porque has salido en chándal a comprar pechugas de pollo, pero dónde se ha visto que un dictador obedezca sus propias leyes. También te puedes cruzar con un perro callejero y que te entren ganas de adoptarlo porque te mira golosón, como un marinero franco de ría que va buscando tema. Incluso peor: se te puede ocurrir adoptar al marinero. O al alcalde: «No sé qué habrá visto ella en mí», dijo Almeida en su boda, y nos dejó el chiste botando. Pero los alcaldes, como los perros callejeros, los marineros, los lampistas y hasta los cuerpos viejos, están necesitados de amor en cualquier estado, ya sea sólido, líquido o gaseoso, real o imaginado, en sobres monodosis o en pastillas.

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