Edición

Borrar
La rueda vieja

La rueda vieja

Huesos de aceituna ·

Aprendí entonces que hay momentos en que una rueda no soporta un pinchazo más porque no le caben más parches ni pegamento vulcanizante

José Luis González

Jaén

Sábado, 5 de junio 2021, 00:21

En mi adolescencia, heredé de mi hermano una bici de carreras, con marco pesadísimo de hierro, a la que maltraté durante más tiempo del que hubiese deseado. Mis amigos ya disponían de flamantes bicis de montaña, con aquellos primeros sistemas de cambio Shimano, que provocaban ... un deseo casi irrefrenable de adentrarse en lo más profundo de la Sierra de Cazorla. Subido a mi trasto de finas ruedas y, por qué no decirlo, a lomos de mi bien ganada fama de testarudo, me dispuse a salir con ellos a rodar por las pistas forestales y caminos que vertebran el entorno natural cazorleño. Y, como no podría haber sido de otro modo, los pinchazos en ambas ruedas se sucedieron hasta que el problema ya no eran los incontables parches adheridos a las recámaras, el problema eran las propias recámaras, que ya no había forma humana de reparar. Así que, como los que me acompañaban eran de esa especie de amigos que jamás te dejan tirado, ya oscureciendo me acompañaron a pie y entre risas con sus extraordinarias bicis –o a mí me lo parecían entonces– a un lado. Nunca podré olvidar la imagen del aquel gigantesco sapo y sus luminosos ojos en la noche cerrada a la vera del Río Borosa. Pero no se apenen por mí, en pocas semanas ya tenía yo entre las piernas mi nueva y esplendorosa Orbea Sherpa, que luego regalé a mi sobrino tras muchos kilómetros y la evidencia de que ese potro de tortura no era lo mío.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

ideal La rueda vieja