Tenía pensado escribir de algo que ahora me parece absolutamente banal: el sesgo de las Medallas concedidas por la Junta de cara al Día de Andalucía y el hecho de que, en cuatro años, el Ejecutivo de Moreno Bonilla haya nombrado a siete hijos predilectos ... y todos sean varones, como los siete enanitos o los siete hermanos en busca de novia.

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Iba a destacar el guiño al electorado más derechista y tradicionalista del PP al conceder la Medalla de las Artes a Espartaco, torero del siglo pasado y actual ganadero, y la Medalla al Medio Ambiente a la Federación Andaluza de Caza, compartida con Miguel Delibes. Si eso no es un gesto inequívoco hacia los (otros) verdes, a los que están en auge, que se hiele el infierno ahora mismo.

Iba a escribir sobre eso, o sobre el ranking de ciudades culturales, en el que Granada no queda demasiado bien retratada, o sobre cualquier otra cosa. ¿Pero tiene sentido? Cuando redacto estas líneas, las alertas de IDEAL avisan de que Rusia ya se ha hecho con la zona de exclusión de Chernóbil y los analistas calculan que en menos de 72 horas habrá caído Kiev.

Mientras, el Betis se apresta a jugar su partido europeo con el Zenit de San Petersburgo. Porque en una realidad paralela, mientras Putin ha ordenado que el ejército ruso invada Ucrania, violando todas las convenciones y los tratados internacionales y dejando en ridículo a la propia ONU, las competiciones deportivas siguen adelante como si nada. Al menos, el Barça de baloncesto se ha negado a viajar a Rusia para jugar la Euroliga.

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He visto que unos centenares de ciudadanos rusos que habían salido a manifestarse contra la guerra fueron inmediatamente detenidos. El gobierno ya ha hecho saber a su gente que no tolerará ese tipo de concentraciones. ¡Ay, la democracia!

A estas horas aún no sabemos qué medidas tomarán la Unión Europea y Estados Unidos, que anuncian severas sanciones. Buscarán aislar a Rusia por completo, hacerle el vacío como a la Sudáfrica del Apartheid y estrangularla financiera y económicamente. Habrá que ver qué ocurre con los refugiados, cómo se revuelve Putin y, sobre todo, qué hace China. Y qué deja o alienta a hacer.

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¡Quién nos iba a decir que, a estas alturas de nuestras vidas, íbamos a sufrir una nueva guerra en Europa! Un conflicto fuera de toda lógica y que, como nos hemos hartado de escuchar en las últimas horas, es de imprevisibles consecuencias. Como para reventar.

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