Saber quién manda, eso es todo

En estos momentos, la palabra 'verdad' convive con otra nueva, 'posverdad', que es toda información o aseveración que no se basa en hechos objetivos, sino que apela a las emociones, creencias o deseos

Ana Moreno Soriano

Domingo, 15 de mayo 2022, 00:31

A veces, nos sorprende que, a lo largo del tiempo, una palabra nombre realidades distintas; pero esto ocurre porque, como aprendimos con Saussure, la relación entre el significante y el significado se construye socialmente y las palabras no son ajenas a los cambios históricos, ni ... a la correlación de fuerzas en determinada coyuntura; por eso, me he referido en más de una ocasión a uno de los diálogos de 'Alicia a través del espejo' de Lewis Carroll: Humpty Dumpty dice que cuando usa una palabra, ésta quiere decir lo que quiere que diga, ni más ni menos; Alicia pregunta si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes y la respuesta que recibe es contundente: «La pregunta es saber el que manda… Eso es todo».

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Pienso, como Emily Dickinson, que las palabras son poderosas y, como a ella, me gusta mirarlas cuando las he escrito hasta que empiezan a brillar, porque sé que ésa es la forma que tienen de iluminar la realidad, incluso de transformarla. Sé que palabras como 'amor', 'esperanza', 'justicia', 'libertad' y 'respeto' se han incorporado a nuestra construcción del mundo y han sacado lo mejor de los seres humanos, porque esos nombres abstractos se concretan en la realidad cotidiana y conforman en verdad – otra palabra magnífica – el significado que le damos con la exigencia que los hechos objetivos de la realidad nos plantean. En estos momentos, sin embargo, la palabra 'verdad' convive con otra nueva, 'posverdad', que es la verdad del posmodernismo y que está definida en el Diccionario de la Lengua Española como toda información o aseveración que no se basa en hechos objetivos, sino que apela a las emociones, creencias o deseos de la gente.

Pienso que esas grandes palabras que citaba al principio también están traspasadas de posverdad, que forman parte del pensamiento líquido del capitalismo global y son productos de consumo, cuyo valor está en transmitirnos emociones que nos hagan sentir bien. Pensemos, por ejemplo, en la palabra 'libertad', manipulada y frivolizada hasta límites insoportables por quienes nunca la han defendido y ahora proclaman que cada cual puede hacer lo que quiera, ocultando que no son igualmente libres quienes lo tienen todo y quienes no tienen nada.

Otra palabra es 'respeto', que nombra uno de los grandes valores, porque todas las personas somos igualmente dignas e igualmente respetables. Sin embargo, para expresar y debatir opiniones sobre cualquier asunto es conveniente ir al diccionario, e incluso a la etimología, y saber que esta palabra significa atención, consideración y miramiento y que, en su origen del latín, es acción de mirar atrás. Para respetar una opinión debemos atenderla, mirarla y considerarla y creo que no siempre es así, sino que también se utiliza con bastante frivolidad esta palabra, pues sin duda participa del afán posmoderno de relativizar todo y que convierte cualquier anécdota en categoría, siempre que esté avalada por la experiencia personal y la sacrosanta libertad individual: ocurre cuando alguien dice una soberana tontería y exige respeto o cuando alguien la escucha y, en lugar de rebatirla con consideración y argumentos, prefiere inhibirse y no entrar a discutir porque, a fin de cuentas, cada uno es libre para decir lo que quiera.

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Sin duda, 'libertad' y 'respeto' son dos palabras que caminan unidas, pues todas las personas somos libres para emitir opiniones y todas las opiniones deben ser atendidas, consideradas y también miradas en el espejo de los valores que deben presidir una sociedad democrática, para avanzar en un debate fructífero y construir la verdad que nos hará libres.

Acallar o imponer opiniones atenta contra la libertad, pero inhibirnos en el debate no significa más respeto y más libertad, sino más comodidad, más individualismo y más posverdad.

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