No me da tiempo. He leído todos los programas electorales. De cabo a rabo. No solo los de los seis partidos que han intervenido en los debates electorales -visionados, por cierto, hasta cuatro veces cada uno para fijar conceptos y posiciones–. He leído, subrayado y ... anotado una treintena de programas. También los de Escaños en Blanco, Recortes Cero, Por un Mundo más Justo o Nación Andaluza. Y el de Junts per Granada. Y el de Ciudadanos, que más bien son unas disposiciones testamentarias. Me ha llevado muchos días y muchas noches pero, en cumplimiento de un deber cívico que pocos valoran pero que constituye la esencia misma de la democracia, lo he conseguido.
He perdido cuatro kilos y el escaso pelo que me quedaba pero puedo proclamar con orgullo indisimulado que conozco todas las propuestas de los partidos que mañana se disputan los 109 escaños de San Telmo. Y el problema es que no me da tiempo con un solo día para reflexionar. Es un calendario diabólico, unas condiciones draconianas, un escenario dantesco, un marco incomparable. Uy, perdón, esto último no va aquí. Como digo, un solo día no basta para reflexionar y elegir con serenidad y tino el destino del voto. Más todavía para el que suscribe, poco dado a la introspección y con una inveterada tendencia a la superficialidad. Por eso, porque me conozco y sé que puedo entrar en el colegio electoral con la papeleta de Vox en la mano y mientras busco mi mesa cambiarla por la de Adelante Andalucía, es por lo que he dedicado estas semanas a esa lectura minuciosa de los programas.
Esta vez no quería votar con el corazón como cuando era más joven, ni con el estómago como cuando empecé a lidiar con el euríbor. Tampoco quería dejarme llevar por el páncreas, siempre tan veleta, ni por la próstata, que aún no me toca. Mi pretensión era votar con la cabeza, con conocimiento de causas y efectos, con las cartas sobre la mesa, los datos en la mano y el mentón levantado. Sin embargo, vuelvo a repetir que no me da tiempo. 24 horas no son nada, ni siquiera en manos de James Joyce. No tengo ni para empezar. Por mucho que decidiese no dormir, no comer o no mear, momentos del día muy propicios para la meditación, sobre todo el primero, no me daría tiempo a llegar a una conclusión definitiva e imbatible. Nadie, ni siquiera una de esas supercomputadoras con capacidad de cálculo nivel dios, tendría suficiente con un día para decidirse.
Después de dos semanas de campaña y bombardeo, hoy se hace un silencio (de mentirijilla) que nos deja solos frente a nuestras debilidades y contradicciones. Prepárense. Va a ser un día infernal. No vale sacar una moneda.
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