Salvadores de la humanidad
Puerta Real ·
Son más de cambiar la Constitución que de comprar respiradores o mascarillas a tiempo o de prepararse para la siguiente oleada víricamanuel montero
Viernes, 21 de agosto 2020, 00:28
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Puerta Real ·
Son más de cambiar la Constitución que de comprar respiradores o mascarillas a tiempo o de prepararse para la siguiente oleada víricamanuel montero
Viernes, 21 de agosto 2020, 00:28
En los tiempos antiguos la función de salvar a la humanidad quedaba reservada a dioses, profetas, emperadores, héroes semidivinos, algún santo y unos pocos ideólogos de aire adusto, tipo Marx. Ahora el oficio se ha universalizado. Las películas enseñan que está al alcance de cualquiera. ... Salvan la humanidad los adolescentes americanos que descubren al meteorito destructor, los agentes secretos que desmontan conspiraciones nucleares, los marines que atajan yihadistas, nuestros políticos con su dedicación antipandémica, Putin en lo suyo, Merkel en lo nuestro, el deportista que gana el campeonato del mundo (tras grandes sacrificios) y nos señala el camino.
El salvador de la humanidad se ha convertido en un arquetipo. Viene a ser un tipo normal, quizás con alguna rareza, al que le gusta darlo todo por nosotros, lo que hace con modestia. Por lo que se ve, la masificación exige hoy muchos salvadores, no se puede dejar la responsabilidad a unos pocos, por muy listos que sean. Hay más salvadores de la humanidad porque, en nuestros imaginarios, hay más riesgos. Ya no son sólo el diluvio universal, la invasión ultraprogre o la plaga de langostas. En nuestra impresión pública ahora las amenazas son constantes. Manda el coronavirus, pero antes también estaban el cambio climático, los tsunamis amenazadores, Trump, el Estado opresor, la desmoralización colectiva por la crisis, la crisis, el Estado centralizado, el capitalismo opresor y el fascista omnipresente. La multiplicación de los males, a cada uno de los cuales se atribuyen efectos tremebundos, exigió la emergencia de salvadores de la humanidad a tutiplén, algunos precoces tipo Greta, otros de edad avanzada, como el anciano inglés que ha recaudado un dineral caminando por su jardín.
No sólo se ha vulgarizado la salvación de la humanidad. También se ha democratizado. La tendencia es a la intervención de todos en la acción salvífica. Antes, le tocaba la responsabilidad a Noé, a Moisés o a Kirk Douglas en Espartaco. Ahora todos podemos participar. Por ejemplo, para salvar el planeta das 'me gusta' en la red social y si llega a determinado número ya está el objetivo (casi) conseguido. Lo mismo logran muchos 'me gusta' sobre la independencia de Cataluña, el final del sistema capitalista o el traslado de la sede de la feria.
Tienen tanto prestigio los salvadores de la humanidad que los dirigentes políticos los intentan imitar. Por eso actúan siempre a lo grande, con declaraciones solemnes y magnos propósitos regeneradores. Esto se les queda pequeño. Son más de cambiar la Constitución que de comprar respiradores y mascarillas a tiempo o de prepararse para la siguiente oleada vírica. No tienen tiempo para menudencias. Así, creen que, si nos descentralizados multinacionalmente, las nuevas energías transversales nos empoderarán y podremos implementar la prosperidad colectiva: al salvador de la humanidad le conviene complicar el lenguaje.
¿Resulta pretencioso que quienes son incapaces de controlar la pandemia –al menos, en la medida de otros países– esperen arreglarlo todo con medidas providenciales? Son los gajes del oficio de salvador de la humanidad.
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