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Una Semana Santa que para cada uno de nosotros, como dijo Machado, «es la fe de mis mayores»Secciones
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Una Semana Santa que para cada uno de nosotros, como dijo Machado, «es la fe de mis mayores»Vivimos unos días en los que la Semana Santa nos pone delante nuestras verdades y nuestras contradicciones. Espiritualidad, cultura a diferentes niveles, y eso que llamamos tradición, se unen, a veces por momentos, y en algunas partes, en un tótum revolútum, que en el fondo ... refleja perfectamente nuestras actitudes ante la vida. La Semana Santa, al igual que buena parte de las manifestaciones cristianas más representativas, está enraizada con celebraciones religiosas pretéritas que provienen de las civilizaciones griega, romana y hasta egipcia. Pero eso no es nada especial. Tampoco menoscaba la fe cristiana. Demostrado queda, por ejemplo, que en el egipcio Libro de los muertos, en el papiro de Ani, hay una lista de prescripciones, que tienen una gran consonancia con los diez mandamientos bíblicos. Y por la arqueología conocemos que los neandertales ya experimentaron sentimientos religiosos rindiendo un tipo de culto a los muertos.
Y prueba de que nuestras manifestaciones cristianas se entrelazan en atávicas espiritualidades de tipo natural, es por ejemplo el calendario variable en que se celebran distintas solemnidades, por ejemplo la Semana Santa. Fue el concilio de Nicea (325 d.C.) el que acordó que el día de la Pascua (resurrección de Cristo) tendría lugar en el domingo siguiente al de la primera luna llena, después del equinoccio de primavera, En su etimología la palabra 'primavera' proviene del latín, y está compuesta por prima que procede de «primer» y vera de «verdor» y significa literalmente 'El primer verdor'. Alude obviamente al momento del año en el que se sitúa, que, tras días grises, lluviosos y fríos, la tierra se llena de vivos colores, el calor aparece poco a poco y las plantas florecen. La primavera también es sinónimo de vitalidad, de luz, color y alegría. Los equinoccios, los solsticios, los estados de la luna,... influyeron en aquellos primeros humanos que se preguntaban los por qué, y las diferentes religiones se han superpuesto en aquellas inferencias.
Asida así la Semana Santa a una simbología universal, debe de transmitir la profunda alegría del renacer. Luego los avatares de los tiempos y de los humanos han cargado las tintas en distintos vértices de esta celebración. Pasa igual con lo que son los cultos y las expresiones cofrades y procesionales, que de una exposición catequética sencilla en la calle, dentro de una pastoral unísona, ha ido tomando vertientes, en muchos casos, más propios de discernimientos mundanos, sin separarse de su explicación originaria. La Semana Santa encierra en su contenido y desarrollo la médula de la fe cristiana. Por eso para el cristiano conlleva una savia sin igual, profunda, catártica, para el creyente, el agnóstico o el ateo conlleva un tan tan que resuena tantálicamente en nuestros adentros. Pero también la Semana Santa es un hecho cultural, la expresión de un modo de contemplar y construir una vida colectiva. «La vida no se comprende, se vive», dijo el cardenal Carlos Amigo, al hablar de la Semana Santa de su localidad natal, Medina de Rioseco, donde fe, familia, cultura y pueblo se dan la mano (como en tantas partes) en estos días, siendo esa esencia que nos recobra la condición de niños, y nos empuja en definitiva a ser lo que somos. Por eso estos días son un tiempo para evocar. Evocar tal vez cuando éramos niños y el domingo de ramos nos vestía nuestra madre de 'bonito', o cuando asistimos por primera vez a una procesión, o cuando la abuela hace aquellas torrijas que sabían a tradición. Como decía el mismo Carlos Amigo, cada pueblo, cada persona, pone su música, sobre un mismo libreto. Y es que los oficios religiosos de estos días, y las procesiones, son toda una antología meta cristiana, dan para mucho, y nos ponen ante esa voz profunda que fluye en unos momentos de magia, y como la saeta nos rasga las entrañas y nos pone al filo de los abismos, o de las cumbres, tocando los bordes de nuestro universo. Una Semana Santa que para cada uno de nosotros, como dijo Machado «es la fe de mis mayores». La Semana Santa como celebración amplia y metafísica es intrínsecamente ecuménica, y sobrepasa cualquier reduccionismo, para dejarnos en las manos el verdor de un bálsamo rehabilitador.
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